Invocación a los periodistas

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C. Alfredo Vignolo G. del V.

El momento y la tragedia nacional que enluta a nuestra patria nos comprometen a asumir nuestra responsabilidad como periodistas que somos, al margen de cualquier posición ideológica, el Perú y el pueblo están primero.

Las cifras ciertas o falsas del Ministerio de Salud (MINSA) o del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef) son aterradoras y hay un periodismo que avergüenza, que denigra, que se aparta de la norma ética, que inclina la cerviz cual mendigo, convirtiéndose en fantoche de un bribón. ¡Para eso no se ha estudiado Periodismo! Nos debemos a la opinión pública, a la cual no se le puede mentir, engañar, maquillar o manipular como miserablemente se viene haciendo sin desparpajo.

Hay algunos periodistas, “periodistas” y medios de comunicación social que imprudentemente se apartan de sus deberes éticos. Se vivió en la época del fujimontesinismo cuando se hipotecó la pluma para convertirse en áulicos servidores del autoritarismo, de la prepotencia, de la fuerza obsesiva e irrazonable del poder.

Son cautivos los periodistas y los medios de comunicación social que abdican ante bienes cortesanos pasajeros, en vez de ser fieles al fin superior de la prensa: Servir a la sociedad, al ser humano y a la patria, tan necesitada de una defensa cabal, compacta, honesta, sin concesiones, sin desmedro de la soberanía ni ocultamiento informativo.

Hay otra prensa, que abochorna y entristece a quienes no lo consentimos, es aquel que soportan los que se esconden bajo las faldas de su propio miedo y no se atreven a decir lo que el público tiene derecho a saber; aquella prensa que tiembla como una frágil hoja al soplo más leve y no se anima a investigar, a descubrir y a denunciar lo que el país, tiene derecho a conocer, en lugar de ser rehusado y abatido con altivez; como se advierte, la norma ética quedó en el olvido o se le cubrió de lodo.

La crisis de la prensa deviene también por la actitud de empresarios que suponen que su dinero o la capacidad de financiamiento que tienen es suficiente para manejar a su antojo un medio de comunicación social, que utilizan como un negocio más y no como instrumento de servicio, de cultura, de información veraz ofrecida en forma sensata; de orientación honesta y de entretenimiento decente, sin ordinariez ni recursos ramplones.

Como en toda empresa, las dedicadas a la prensa tienen derecho de obtener ganancias. El lucro justo y decorosamente obtenido es lícito. Pero es inmoral explotar mercantilmente la desgracia ajena, la vida privada como noticia y la muerte como personaje de primer orden.

Existe, entonces, un cautiverio ante el cual se renuncia incomprensiblemente al razonamiento, descuidando que precisamente la razón es la cuna de la libertad. Esta no existe o se le practica precariamente si no es iluminada por la sana razón, por esa facultad del juicio crítico, comenzando por nuestros propios actos y por el hoy tan escaso sentido común, absorbido por el torbellino de torpezas, exabruptos, incultura, pérdida de valores, de autoestima y por un ilimitado y audaz libertinaje. Los periodistas y los responsables de los medios de comunicación social tenemos que saber que para desempeñar el derecho de expresión asumimos mayor responsabilidad por ser mentores y promotores públicos de acciones humanas. Esto nos obliga a cumplir espontáneamente los deberes inherentes a nuestra profesión. Para ello nada más apropiado que la norma deontológica.

El Periodismo como profesión se respeta y se honra, el Periodismo es libertad de pensamiento y de opinión, el Periodismo no es mercancía que se compra y se vende, o se escribe por encargo o se silencian noticias.

Es hora que asumamos de una vez por toda nuestra prístina responsabilidad. El pueblo agoniza, el pueblo lo reclama y es nuestro deber y obligación, decir las cosas como son mientras tengamos vida, ese es el único legado que dejaremos.

Es mucho más decente sentarse a la mesa vacía con dignidad, que coquetear con un Gobierno de corruptos, de sinvergüenzas; han pasado cinco meses y las cifras son de espanto y gran parte del Periodismo se ha prestado y se viene prestando a esta comparsa presidencial. Un periodista insisto, no sólo debe de serlo, sino sobre todo parecerlo. ¡Basta ya de engañar al pueblo! Entendamos de una vez por todas, que la Prensa no es el Cuarto Poder del Estado, sino el Primer Poder de los pueblos libres.

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