Por: Luis Pardo Altamirano
Nacimos llorando, es el llanto lo primero que emitimos al salir de la placenta. Desde entonces nuestras vidas son mejores si las matizamos con risas. Risas que dan vida, risas que dan salud, risas que se valoran.
Hacer reír nunca fue fácil. Los genios que la propician suelen ser llamados ‘locos’, ‘chiflados’, ‘desfasados’, y vaya que lo son. A lo largo de su historia, el Perú siempre tuvo su pléyade de cómicos que nos brindaron ese añadido que la vida igual otorga.
Todos y cada uno con su estilo, su ‘chispa’, su ‘ingenio’, su ‘peculiaridad’. Unos apelaron a la imitación, otros vieron mejor reírse de nosotros mismos como humanos, hay de aquellos que mostraron la idiosincrasia del costeño, andino y selvático.
Así entonces, cómo no ensalzar a los norteños, al ‘cholo’ pícaro que ‘la hace’ en la capital. Siempre tuvimos cantidad y calidad, allí están ‘Melcocha’ y el ‘Chato Barraza’ llevando ese estandarte de mostrar los dientes y gargantas que nos llevan a momentos divinos. Por eso la Madre Teresa de Calcuta refirió: «Encuentra el tiempo de pensar, encuentra el tiempo de rezar, encuentra el tiempo de reír.»
Por tanto, hoy que partió, agradecemos a uno de ellos que nos alegró la vida en una época pasada, distinta; con ese arte que apelaba al canto, al instrumento, a la imitación. Un embajador que surcó de la radio a la televisión, rescatando a esos personajes propios de nuestra idiosincrasia: Néstor Quinteros.
Gracias Néstor, hoy nuestras risas y sonrisas también son tristeza, nostalgia y añoranza de esos buenos tiempos. Pues, como refiere el proverbio japonés: «El tiempo que pasa uno riendo es tiempo que pasamos con los dioses».
Descansa en paz.
