Floyd

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Sin contemplación, aun en estos tiempos de muerte viral -donde podríamos conmovernos y reflexionar sobre la conducta humana-, la policía norteamericana pone en evidencia una vez más que no hemos avanzado; al contrario, vamos de retro.

Es inconcebible una muerte así, tan fría, espeluznante y lleno de insensibilidad. Un asesinato transmitido, ante el pavor de los presentes en el lugar de los hechos y aquellos detrás de cámaras: nosotros ¡todos! impotentes de hacer algo.

De nada importaba que el retenido clamara en transmisión directa: «Por favor, por favor, por favor, no puedo respirar, oficial. Me duele el estómago. Me duele todo. Por favor, por favor. No puedo respirar».

Las consecuencias, naturalmente, ya lo estamos viendo. Con todo un país remecido, con muchos países conmovidos ante este homicidio, con un muy cuestionado régimen que mal lidera Donald Trump.

Sin embargo, subyace el trasfondo de esta acción que refleja esa punta del iceberg llamada racismo, aquel odio irracional contra aquellos que “pertenecen a otra raza”, a quienes son diferentes. Aun considerando, científicamente, que no existe otra raza humana, que el homo sapiens y todas las demás diferenciaciones son producto de intereses ideológicos, sociales o políticos.

Lamentablemente, la historia del ser humano está plagada, por desgracia, de casos en los que unos han dominado a otros, de guerras y odios contra pueblos ajenos por la simple necesidad de tener que odiar a alguien y de discriminaciones injustas que han dividido a las poblaciones desde hace mucho tiempo.

Desde la esclavitud que asoló al mundo durante siglos, hasta las consecuencias de las políticas expansionistas de las potencias europeas y las políticas raciales que se extendieron tanto en el siglo XX; el racismo ha sido siempre una herramienta de determinados poderes o sectores de la sociedad para dirigir a las masas contra un falso enemigo al que poder culpar de todos los males del mundo.

Estados Unidos -la cuna del civismo moderno desde hace 250 años-, hoy lo evidencia, comprometiendo al capitalismo y neoliberalismo donde el valor humano de la igualdad no existe. Manteniéndose así aquella vergonzosa hoguera que lamentablemente también identifica a la raza humana. Triste realidad.

Descansa en paz hermano George.

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