¿Quién no ha intentado alguna vez imitar un baile de Michael Jackson? Los espectaculares giros sobre su propio eje, por ejemplo. ¿Quién no vio Heidi, la niña dulce que vivía con su abuelito? ¿Quién no se quedó boquiabierto con las hazañas de Oliver Atton, de Supercampeones?
Y seguimos. Tú que nos lees y pintas canas, ¿acaso no lloraste viendo las peripecias de Marco, el niño que partió de Italia hasta Argentina en busca de su mamá? “No te vayas mamá, no te alejes de mí, adiós mamá, pensaré mucho en ti…”. Mazinger Z, Los Caballeros del Zodiaco, Las Tortugas Ninja, He-Man, La abeja Maya…
Particularmente, nosotros nos quedamos con los animes de mayor voltaje, tipo Dragon Ball y todas sus sagas. Si no estamos equivocados, con Gokú y compañía la parafernalia publicitaria y marketera llegó a su punto más alto y, desde japón, empezaron a hacerse famosos los cosplayers (imitadores de sus personajes favoritos).
Esos combates a todo nivel, con Kame Hame Ha incluido, entre Son Goku y Piccolo, Vegeta, Freezer, Cell, Majin Buu, entre otros, cautivaron a los seguidores del manga y las películas con la firma de Akira Toriyama, han sido igual de exitosas.
¿Y a qué viene tanto rollo con las pelas o dibujos animados se preguntarán? A que el mundo, literalmente, se ha pintado de rosado para recibir a la película “Barbie”, una muñeca adosada a la nostalgia e infancia, pero que esta vez está dirigida a un público mayor. Como no podía ser de otra manera, las redes sociales recogen cualquier huachafería que se suba en nombre de la pareja de Ken y hasta los políticos se han sumado a la fiebre rosada. Ciertamente, el Perú y todo el planeta son de película.
Sumilla
Las redes recogen cualquier huachafería que se suba en nombre de la pareja de “Ken” y hasta los políticos se han sumado a la fiebre rosada.