Protesta sí; caos no

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Y llegó el día de la llamada “tercera toma de Lima”. A ver, es cierto que cualquier peruano tiene derecho a coger sus chivas y salir a las calles y plazas a gritar lo que le pegue en gana. Eso se llama libertad de expresión, uno de los privilegios fundamentales de cualquier sociedad democrática.

Lo que ese peruano contestatario, que tiene la necesidad de hacerle reclamos al Gobierno, como es el caso, no puede realizar es enfrentarse a las fuerzas del orden, impedir el tránsito de quienes desean seguir con su vida de manera moral y, peor aun, incentivar el caos destruyendo la propiedad pública y privada.

Es bien sabido (y la Policía lo tiene mapeado, bueno, eso esperamos) que detrás de esta marcha hay muchas personas dispuestas a tirar la piedra y esconder la mano o la honda. Y, desde luego, no falta la mano que mueve la cuna de la violencia sin importar que la sangre llegue al río. Eso se llama terrorismo, con todas sus palabras.

Entonces, no quedan fuera de sitio las palabras del ministro del Interior, Vicente Romero, sobre que casi la totalidad de agentes están listos, entrenados y facultados para garantizar la seguridad de la población y, si algún belicoso quiere pasarse de la raya, tendrán que ponerlo en vereda. El titular del Mininter hasta habló de un “plan general nacional” para darle tranquilidad al país.

La presidenta de la República, Dina Boluarte, no es santa de la devoción de muchos compatriotas, sin embargo, “es lo que hay”, como reza el uso popular, y si permanece en el poder luego del golpe de Pedro Castillo, es porque el mismo Congreso, que ahorita está en guerra por la presidencia de la Mesa Directiva, tampoco quiere soltar la teta de la vaca. Así de claro.

Sumilla:

Y, desde luego, no falta la mano que mueve la cuna de la violencia sin importar que la sangre llegue al río.

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