Palabras cortas de profundo significado…

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Me desempeñaba como editor de la sección Opinión en un tradicional medio escrito de la capital. Había que corregir algunos errores que siempre se dan en todo envío, cambiar algunos términos para evitar la redundancia (repetición de palabras), aumentar el contenido cuando faltaba texto, o también suprimir las palabras en demasía redactadas; siempre cuidando mantener el mensaje, la idea, el fondo del contenido de esos artículos.

Esto porque no siempre la erudición sobre determinado tema implica la debida concisión, más aún si te conceden un espacio límite para los escritos. Es decir, hay que saber aplicar esa capacidad de resumen. Al final, el concepto es: no se trata de cantidad sino de calidad. Y no siempre los buenos profesionales tienen esa capacidad de síntesis.

Así como ahora también, había cantidad de colaboradores, todos desde sus diversas profesiones, tocando innumerables temas que ameritan esa participación especializada que ayuda a la opinión pública, que amplia los conceptos y definen más lo que acontece. Varios de aquellos colaboradores ocupaban cargos en el poder de turno; habían ministros, congresistas, abogados, economistas, médicos, etc.

Una noche, casi al finalizar la jornada, estando yo revisando lo último del acontecer en los diversos medios informativos, antes de la medianoche suena el teléfono.

-Buenas noches, contesté, identificando casi de inmediato la voz que ingresaba.   

-Es usted el señor Pardo, me consultó el caballero con un tono adusto, afirmando yo mi respuesta…cuando de pronto, de manera inquisidora escuché: ¡Usted sabe que soy muy amigo del propietario del diario? ¿Por qué ha recortado mi artículo? ¿Sabe usted que se está exponiendo? le escuché amenazante al interlocutor que por tales épocas ocupaba una cartera ministerial, siendo antes presidente del Congreso de la República.

Cómo no reconocer que, en esos casos de tensión, siempre hay cierto desequilibrio, más aún cuando de tu puesto de trabajo se trata.  -Con el mayor de mis respetos ¿terminó señor…? le dije. -¡Lo escucho! me contestó. -Lamento que usted desconozca mi labor, y saludo su amistad con don… (mencioné el nombre del director-propietario de la casa editora). De hecho, usted sobrepasó la cantidad de palabras requeridas apreciado señor. Lo único que le aseguro es que en mi corrección no hay intención negativa, facilista, inmediata o inconsciente de mi parte.

Y le acoté -Y sí, puede usted dar cuenta de mi acción al dueño de esta entidad. Sin embargo, después de todo, quizás le ayude en adelante, lo siguiente. Palabras cortas de profundo significado: Dios, amor, tierra, sol, hijo, paz, agua…madre.

¡Feliz Día! a todas ellas, siempre.

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