Por: Luis Pardo Altamirano
“Los animales son de Dios. La bestialidad es humana”
(Victor Hugo)
Trabajé 10 años en el tradicional Parque de las Leyendas (85-95). Exclusivo zoológico peruano de gran concurrencia popular, muy representativo con sus zonas Costa, Sierra y Selva, entre otras destacadas características que siempre trasciende en ese público variopinto que acude y corresponde con su preferencia.
Recuerdo que, cuando las amistades se enteraban que estaba trabajando allí, con sorpresa y tono mofante me preguntaban –¡En el Parque de las Leyendas? ¿y qué haces allí? Y yo, adrede les decía –Ah, le hago la permanente al león cuando se despeina. La otra igual, toda discriminante y sarcástica consultaba –¡En ´Las Leyendas’? ¿y a qué te dedicas? –Si claro, allí, haciéndole la pedicure a la jirafa cuando se estropea…, en fin.
Había que reiterar a la gente prejuiciosa que en dicho punto de encuentro familiar habitan animales de dos y cuatro patas, los racionales e irracionales, estableciéndose el cuidado, respeto y valoración por tan fascinantes seres del mundo silvestre y natural, en un ambiente arqueológico deslumbrante que refleja la peruanidad de dicho recinto.
Sin embargo, con el devenir de los años, parece que han vuelto esos ciclos adversos, esas temporadas malas que al final me confirma la teoría de que dicho singular centro recreacional es un Perú en chiquito, con cosas increíbles que se dan al interior.
Reparamos en ello, porque -más allá de si procede o no el masivo despido de trabajadores bajo disposiciones laborales que la Emergencia Nacional acarrea- no se puede pasar por alto que haya funcionarios que sigan ejerciendo con sueldos exorbitantes, tal como la propia Contraloría Nacional de la República lo indica en informe del 20 de diciembre 2020.
Pobres animales, aquellos de tan emblemático Parque de todos los peruanos; el mismo que fundara nuestro gran conservacionista Felipe Benavides Barreda.
LPA