(INFORME) Amazonía: el cobijo de los árboles gigantes (FOTOS y VÍDEO)

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El último «gigante» hallado mide 85,44 metros de altura

Entre los secretos escondidos en la Amazonía figuran los santuarios de árboles gigantes que parecen competir para ser el más alto. Rodeados de una exuberante fauna y flora, crecen en zonas vírgenes de las profundidades de la selva, nunca hasta ahora visitadas. 

El último «gigante» hallado mide 85,44 metros de altura, los mismos que la Torre Mjøsa, el edificio de madera más alto del mundo, construido en Noruega. Es el segundo árbol más grande de toda la Amazonía. El primero tiene 88 metros y fue descubierto en 2019. Ambos pertenecen a la especie ‘Angelim Vermelho’ o ‘Dinizia Excelsa’, predominante entre todas las demás. 

La expedición, comandada por el profesor Diego Armando, necesitó tres días para llegar hasta este ejemplar. Fue un recorrido arduo y supuso todo un desafío. El equipo lo formaron cuatro investigadores y cuatro recolectores de castañas, que habitan en la zona, y cuyo conocimiento del terreno fue esencial.

Salieron desde el municipio de Porto Grande, en el estado de Amapá, hasta la reserva de desarrollo sustentable del Río Iratapuru. Recorrieron 70 kilómetros en una lancha a motor, sorteando las ramas que caían sobre el río y cortando con una motosierra los troncos que bloqueaban su ruta. Después, caminaron 2,5 kilómetros por la salvaje floresta y atravesaron empinadas montañas hasta que, finalmente, agotados pero eufóricos pudieron tocar con sus manos al ‘Angelim Vermelho’, que tiene una circunferencia de 9,45 metros.

«Fue muy emocionante. Un momento único. Estás dentro de lo que simbólicamente representa la preservación de la floresta amazónica. Con árboles superiores a 80 metros y con unos 500 años de edad. Los miras, escuchas a los pájaros cantando … fue muy gratificante», comenta Armando a RT.

Permanecieron un día y medio allí. Uno de los integrantes de la expedición escaló hasta la punta del árbol para comprobar su altura; el resto realizó un inventario florestal: identificar el árbol, estudiar cuáles y cuántas especies tienen contacto con él, tomar muestras del suelo para saber si influye en el gigantismo o sobrevolar drones para mapear la zona.

Y es que uno de los objetivos ahora es intentar averiguar cómo ocurre este crecimiento y por qué esta especie es predominante. Por el momento, Armando ya tiene una explicación preliminar: «Estos ‘angelims’ crecen entre los valles, lo que evita que la acción del viento les afecte y probablemente favorezca su crecimiento en altura, además de ser una floresta virgen, primaria, sin ninguna población que haya pasado por allí. Tienen incluso la característica de estar próximos los unos a los otros».

¿Cómo se conoció el santuario?

La expedición forma parte del proyecto Árboles Gigantes, coordinado por el Instituto Federal de Amapá (Ifap), es fruto de la realizada en 2019, cuando el profesor Eric Bastos Gorgens descubrió el ‘Angelim Vermelho’, de 88 metros de altura y considerado el más grande de toda la Amazonía. Gorgens utilizó un sensor remoto desde una avioneta para hacer mediciones con láser.

El ‘Angelim Vermelho’, un árbol gigante de 85,44 metros de altura.

El equipo de investigadores que encontró el árbol gigante de 85,44 metros en la Amazonía.

«Para nosotros hasta entonces el gigantismo era en árboles con alturas de hasta 50 metros. A partir de 2019, comenzamos a buscar recursos para intentar verificar los árboles de hasta 80 metros ‘in situ'», cuenta Armando.

La llegada de la pandemia paralizó los trabajos, que solo volvieron a iniciarse en enero cuando se descubrió otro ‘angelim-vermelho’ de 79,19 metros y árboles de castañas de hasta 66 metros, lo mayores encontrados hasta la fecha. «Fue un descubrimiento muy interesante, porque la castaña aquí, en Amapá, representa un símbolo para las comunidades que viven de esa producción», explica.

Los investigadores ya tienen previsto una próxima expedición para estudiar la genética, la edad de estos árboles gigantes y el suelo. «Nos gustaría que se conviertan en símbolos de la Amazonía y de su preservación», concluye.

(Marta Miera)

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