Día Internacional de la Mujer: historias de esperanza

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En uno de los días más significativos del año, presentamos tres historias de quienes nos enseñan que el esfuerzo, emprendimiento y sueños, no tiene sexo

Son el motor del hogar, de la familia, de la sociedad, la economía, de un país. Su fortaleza y a la vez sensibilidad, las llevan a impregnar en sus hijos el equilibrio perfecto para crear un futuro esperanzador. Sin embargo, ello no siempre es reconocido y son víctimas de maltratos y abusos, muchas veces de la propia sociedad en que viven.

Y hoy que se celebra el Día Internacional de la Mujer, destacamos el valor de tres mujeres que demuestran día a día, que no son (nunca lo fueron), el sexo débil. Todas ellas indígenas, poseedoras de saberes ancestrales, y sueños de libertad e igualdad.

PARA QUITARSE EL SOMBRERO              

María Felipa Villegas Sandoval es piurana y maestra en el arte de la fabricación de los conocidos sombreros de paja toquilla, que elabora a mano en el pueblo de Pedregal Grande, en Catacaos. Con este saber, heredado de su abuela y su madre, ha ganado muchos premios. Hoy comparte la tradición de tejer con sus hijas y nietas gracias a la iniciativa Saberes Productivos de Pensión 65, del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis).

Doña Felipa es portadora de conocimientos ancestrales que le permiten mantener vivas las tradiciones de su pueblo, como el uso de materias primas locales y la práctica de técnicas que aprendió a los 7 años, las cuales transmite de generación en generación.

Ahora, debido a la pandemia, doña Felipa vende en casa sus sombreros. Tarda 15 días en elaborar uno, que luego pone a la venta por 70 soles. Sus sombreros están considerados entre los más finos del Perú.

LA ESTERA MÁS FUERTE

Trinidad Maldonado Grández tiene 88 años y cuando teje esteras siente como si una fuerza extraña le borrara de pronto los achaques propios de su edad. Es feliz dando rienda suelta a los saberes ancestrales que aprendió de su madre, en el distrito de Pachiza, provincia de Mariscal Cáceres, en la región San Martín.

Para su madre, tejer esteras significaba contribuir a la economía del hogar. Trinidad también lo entendió de esa manera. Y llegó más lejos: llevó su arte a las escuelas de su localidad y a ferias y competencias organizadas por la municipalidad, resultando varias veces ganadora.

No le tiene miedo a la muerte. “Creo en Dios. Él ve todo y sabe cuándo nos va a llevar”, dice doña Trinidad, quien ha trabajado mucho por su comunidad, a veces sin cobrar nada. Asegura que la subvención del programa del Gobierno da fuerza y valor.

IGUALDAD RACIAL

Tarcila Rivera Zea es ayacuchana y presidenta de Chirapaq, una organización creada en 1985 para proteger a los niños cuyos padres habían asesinados en la guerra contra el terrorismo. Además, es presidenta del Foro Internacional de Mujeres Indígenas, y Coordinadora del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas. Entre 2017 y 2019 fue miembro del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas.

Rivera Zea es hoy considerada una destacada líder indígena en nuestro país, sin embargo, dice que aún falta para la normalización: «Nuestras sociedades son fragmentadas. Por eso ponemos sobre la mesa las diversas expresiones del racismo».

Ella ha trabajado por los pueblos indígenas de Perú desde los años 80, una década marcada por el conflicto armado. «Para el ejército, los indígenas éramos terroristas y para Sendero Luminoso, éramos los lacayos del imperialismo (…) No podíamos hablar, yo tenía prohibido ir a mi comunidad» porque para ambos bandos, «Era (considerada) una persona peligrosa», recuerda Rivera Zea.

Chirapac ayudó a la nutrición, y a reafirmar la identidad cultural y su autoestima, reconoce el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). «Quienes participaron de esta experiencia son hoy padres de familia y líderes positivos para sus comunidades», añade el organismo.

Estas tres mujeres representan en toda su plenitud a la mujer peruana. Una mujer luchadora, emprendedora, con iniciativa, dispuesta a hacer lo imposible por enseñar a sus hijos, a su comunidad, que un mundo mejor sí es posible.

EL DATO

Oficialmente, el Día Internacional de la Mujer se celebra el 8 de marzo desde el año 1975, cuando fue institucionalizado por las Naciones Unidas. Dos años más tarde, en diciembre de 1977, la Asamblea General formuló una resolución proclamando un Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

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