Ted Ngoy, “el rey de las donas”, de la pobreza a la riqueza

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Esta es la historia de un tipo que llegó al país sin nada, y con algo de ímpetu, sueños y un poco de suerte, realmente se consiguió una vida encantadora

Ted Ngoy era un estudiante pobre de secundaria en Nom Pen, Camboya, cuando vio por primera vez a Suganthini Khoeun, la hija de un alto funcionario.

«Era tan hermosa», recuerda. Todas las noches, se sentaba junto a su ventana abierta y tocaba la flauta. Una noche, vio a la joven en su balcón y decidió escribir una nota diciéndole que vivía en el edificio de enfrente y que tocaba la flauta. Envolvió la nota con una piedra y la arrojó. Es tan asombroso, tan conmovedor, luego comenzamos a escribirnos, llevando y recibiendo mensajes», dice Ted.

La familia de Suganthini insistió en que Ted rompiera con ella, que le dijeran que no la amaba. Hizo lo que le dijeron, pero luego sacó un cuchillo y se apuñaló, pues dijo que preferiría morir antes que vivir sin ella.

Mientras se recuperaba en el hospital, Suganthini también atentó contra su vida. Ante tal determinación, su familia permitió que los jóvenes enamorados estuvieran juntos.

La pareja se casó y formaron una familia. La vida fue buena hasta que estalló la guerra civil, entre el gobierno y la organización comunista jemeres rojos de Camboya, en 1970, dirigidos por Pol Pot, la situación en casa era cada vez más peligrosa y en su último viaje, en abril de 1975, la capital fue tomada.

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Ted y Suganthini vendieron todo lo que tenían y llegaron a California en uno de los primeros vuelos de refugiados, con sus tres hijos, un sobrino adoptado y dos sobrinas, alojándose en un campo de refugiados construido apresuradamente en una base de entrenamiento de la marina, Camp Pendleton.

Ted comenzó como conserje de una iglesia, pero pronto se dio cuenta de que ganar $500 al mes no sería suficiente para mantener a su familia. Con el permiso del pastor, salió y consiguió dos trabajos más, como vendedor de 6:00 p.m. a 10 p.m. y auxiliar en una gasolinera de 10 p.m. a 6:00 a.m.

Directo al éxito

A un lado de la estación de servicio había una tienda de donas llamada DK Donuts y en las noches, veía a la gente comprando café y donas y se dio cuenta de que era un buen negocio.

Una noche le preguntó a la mujer del mostrador si ahorrar US$3.000 sería suficiente para comprar una tienda de donas pero ella dijo que estaría tirando su dinero. En cambio, le contó sobre un programa de formación dirigido por la cadena de donas Winchell’s.

Ted se convirtió en su primer aprendiz originario del sudeste asiático. Cuando completó su entrenamiento de tres meses, Winchell’s le dio una tienda para que la manejara en Balboa Pier, un lugar turístico en la península de Newport, no lejos de Tustin.

Suganthini se convirtió en la cara detrás del mostrador, Ted horneaba por la noche, con su hijo menor, Chris. La familia trabajaba de 12 a 17 horas al día, los hijos mayores, Chet y Savy, que entonces tenían 9 y 8 años, respectivamente, ayudaban sirviendo café, empacando donas y plegando cajas.

Después de un año de tener dos tiendas, habían ahorrado US$40.000 y Ted decidió expandirse. Compró una tienda de donas más grande y se ofreció a alquilar la Christy’s a una familia de refugiados camboyanos.

Y cada vez más parientes, otros solo conocidos se presentaban en busca de patrocinio: más de 100 familias con préstamos y ofrecerles tiendas de donas, como toda la familia participaba, no tuvieron que pagar ningún salario, convirtiéndose en  un modelo de negocio rentable, empujando a Winchell’s al segundo lugar.

En 1985, 10 años después de llegar a los Estados Unidos como refugiados, Ted y Christy eran millonarios y tenían alrededor de 60 tiendas de donas, llamándolo  el «rey de las donas», debido a los muchos inmigrantes camboyanos que había patrocinado.

Punto de quiebre

Su caída se dio en Las Vegas. Las primeras veces que él y Christy visitaron los casinos, todo salió bien: vieron un espectáculo de magia, conocieron a Elvis. Pero luego Ted entró a las mesas de blackjack y pronto se enganchó con el glamour y la adrenalina.

Luego volvía a Las Vegas a intentar recuperar lo que había perdido. «Cuanto más los persigues, más desaparece», dice en un nuevo documental sobre su ascenso y caída, llamado The Donut King. «[El juego] es un demonio, es un monstruo. Es un monstruo en mí».

«Estábamos felices, hasta que el juego vino a arruinar mi vida. El juego es la parte más triste de mi vida».

«No tuve tiempo para ocuparme del negocio”, así que el negocio se fue a pique y trató de controlar su hábito. Se unió a Jugadores Anónimos, pero regresó a las mesas en poco tiempo.

De vuelta a Camboya

En 1993, Ted y Christy regresaron a Camboya. Habían perdido su hermosa casa y su cadena de tiendas, pero aún tenían suficiente dinero para vivir cómodamente. Ted ahora tenía una nueva pasión: la política.

«Gasté alrededor de US$100.000 de mi propio dinero, mi tiempo, mi todo”.

Mientras Ted estaba inmerso en la política camboyana, Christy voló a Estados Unidos por el nacimiento de un nieto. Mientras no estaba, Ted tuvo una aventura. Y ella, devastada por la ruptura de su pacto de amor, solicitó el divorcio.

En lo más bajo

Para 2002, Ted estaba arruinado. Había gastado todo su dinero en la política, así como en un intento fallido de introducir un nuevo tipo de arroz híbrido, que creía que mejoraría las ganancias. Luego, tras pelearse con un poderoso rival político, temió por su vida y huyó a Estados Unidos.

Aún sin un centavo, después de casi cuatro años de exilio, Ted voló de regreso a Camboya. Sin hogar, se mudó a la ciudad costera de Kep, en el Golfo de Tailandia. No tenía forma de ganarse la vida hasta que un contacto chino le pidió que lo ayudara con un negocio de bienes raíces.

Ted negoció bien, obtuvo una buena comisión y siguieron más acuerdos de tierras y de nuevo se hizo millonario. Se volvió a casar y tuvo cuatro hijos más; los dos más pequeños todavía están en la escuela.

Mantuvo un perfil bajo hasta que la cineasta de Los Ángeles Alice Gu se puso en contacto hace un par de años. Hija de inmigrantes, sentía curiosidad por saber por qué las tiendas de donas de California son de camboyanos y por qué había tantas.

«En última instancia, esta es la historia de un tipo que llegó al país sin nada, y con algo de ímpetu, sueños y un poco de suerte, realmente se consiguió una vida encantadora».

Una que luego desperdició.

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‘No a las apuestas’

A Gu le resultó difícil convencer a Ted de que regresara a California para la filmación. Había quemado muchos puentes y en ese momento sus hijos apenas le hablaban. «Tenía miedo de ser rechazado y sentirse solo, ¡pero lo obligué!», explica la cineasta.

Disfrutó conocer a las nuevas generaciones de vendedores de donas que están innovando e inventando nuevos sabores. También se disculpó con muchos a los que lastimó.

Lo más importante es que ese viaje le permitió enmendar las relaciones con Christy, que ahora se ha vuelto a casar. También con sus hijos mayores.

«Me perdonaron totalmente. Mil veces les dije que lo sentía mucho. Cada vez que los veía les decía: ‘Lo siento hijo, lo siento hija, lo siento Christy’. Si pudiera regresar el tiempo, lo haría. No puedo cambiar el pasado, pero aprendí de la manera más dura», explica.

«Por eso quiero decirle al mundo: ‘No a las apuestas’. Cuando te relacionas con el juego, tu vida se acaba. Terminarás destruyendo a toda la familia y no tendrás más relación con el mundo, se acaba todo. El juego es un demonio, me tomó más de 40 años. Pero aun así gané. Al final, gané”, dice.

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