Por el Dr. Alberto Medina (*)
“Soy apolítico…no me gusta saber, menos hablar de política”, “¡¡Fuera los políticos!! Sólo entran a robar”. Son expresiones muy escuchadas y, en la práctica, no necesariamente cumplidas. La autoestima, si partimos de su esencia misma, nos dice que, si no nos amamos a nosotros mismos, seremos incapaces de sentir y amar a los demás. De lo dicho, podemos citar a autores que han defendido su teoría, como Erich Fromm, en su clásico, “El arte de amar”. Sin embargo, hoy vemos que la dinámica o ejercicio cotidiano del amor, recoge muchas vivencias de lo externo (mundo social, cultural), y que ello, sería el escenario ideal para el ejercicio del poder o poderes en que hoy las sociedades se desarrollan.
Según Abraham Maslow, el aprecio y el respeto es más importante que la celebridad, el renombre y la propia adulación. Lo dicho, está alejado, en su gran mayoría, de la voluntad, el sacrificio, el respeto y el amor que le tendría que profesar el político a su “convicción” de ayudar a las demás personas. Ahora, la autoestima, en su evaluación subjetiva y emocional, encontramos nuestra esencia y coincidencia con la política. Ambos deben coincidir en el juicio valorativo del ser. Esta autoestima puede ser positiva o negativa y, como una construcción especialmente emocional (sobre todo en elegir), en buena parte determinará nuestro destino, tanto el personal como el colectivo. Porque un pueblo sin una autoestima saludable, equilibrada, tampoco tiene futuro.
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Por ello, reflexionando lo ocurrido con la vacancia presidencial, pone en evidencia que la respuesta social de la población se basa en reacciones colectivas, basadas en el enorme sistema estructural de violencia, que no permite un razonar individual y poder colectivizarlo con consciencia de un todo. Esto está mucho más presente que en el sistema del amor, que se cae o destruye por añadidura o consecuencia de los hechos y queda en desprotección social, familiar e individual.
Entonces, la autoestima del peruano, basada en criterios emocionales, desconoce su función y utilidad, y que, el hecho de reconocerlo, ayudará mucho en impulsar a la política a un despertar de las experiencias subjetivas (internas y externas), valorando la vida diaria en todo orden de cosas. Desde esa valoración nace la política cotidiana individual; si construyes tu autoestima sanamente con el reconocimiento necesario, construyes la política sana de la relación familiar, de pareja, entre hermanos, vecinos, amigos, comunidad y sociedad.
Por ello, la protesta colectiva, que es válida, debe tener en esencia la valoración individual, de quién eres, adónde vas, qué deseas lograr. Saneado ello, estaremos preparados para el cambio, ya colectivizado, sirviendo a la política y desde ahí, asegurar el bienestar de las personas. Hasta la próxima.
(*) Dr. Alberto Medina. Psicólogo, Psicoterapeuta. Celular: 993947749