Sobre preguntas tontas (Opinión)

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Por: Carlos Manuel Asián Pereda (*)

Durante los casi veinte años de mi paso por la televisión, esa “caja boba” que encandila y convierte en seres divinos a simples mortales, tuve la oportunidad de escuchar a muchos colegas y directores de programas periodísticos referirse, de un modo chambón y hasta despectivo, a ciertas interrogaciones realizadas por jóvenes reporteros, consideradas por estos gurús de la “tele”, como preguntas tontas.

Como es bien sabido entre los hombres y mujeres de prensa, algunas respuestas a sus preguntas pueden ser mucho más desconcertantes que la consulta en sí. Sin embargo, y casi, siempre se culpa a los periodistas, sin tomar en cuenta las circunstancias en las que se realizaron estas.

Un hecho que me viene a la memoria sucedió durante un seminario de Producción de Contenidos Televisivos en el año 1989, cuando el conferencista nos contó sobre la experiencia que se vivió en EE.UU., luego de la explosión del Transbordador Challenger en el espacio.

“La tragedia fue un golpe muy fuerte y difícil de asimilar por el pueblo norteamericano que vivió en vivo y en directo como, en unos pocos segundos, este poderoso cohete espacial se desintegraba en el cielo. Los críticos fueron muy severos con los medios de comunicación, y especialmente con la televisión, y se quejaron rápidamente por las repetidas veces en las que las diferentes emisoras mostraban diversos ángulos de la explosión. Los “sensores” señalaban que era un atrevimiento de los medios invadir la privacidad y hacer un espectáculo del dolor causado a los padres, esposos, hijos y familiares de las víctimas, así como de hacer de manera recurrente las llamadas “preguntas tontas”, recordó.

Luego de la tragedia, los periodistas, que estuvieron cubriendo el lanzamiento, buscaron a las fuentes para encontrar explicación a aquello que había ocurrido ante sus ojos y que aún no habían podido asimilar. Un vocero de la NASA salió al encuentro de ese enjambre de periodistas ávidos de respuestas y al cual solo atinó a responder con monosílabos.

“¿Hay alguna señal de sobrevivientes?”. La lacónica respuesta fue: No.

 “¿Se han recuperado ya algunas partes del fuselaje?” No.

“¿Cree qué el presidente pospondrá su discurso sobre los Estados de la Unión?”. La respuesta fue: No sé.

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“¿Cómo es posible que los periodistas hagan este tipo de preguntas tan tontas?, inquirieron los críticos, sin embargo, unas horas más tarde, obtuvieron respuestas. El presidente Ronald Reagan decidió cancelar sus discursos ante la Cámara Baja y el Senado, en señal de duelo. ¿Qué pasó entonces con la pregunta tonta? Sin duda ésta se convirtió en una pregunta inteligente. De igual manera, al encontrarse la primera pieza del fuselaje, la pregunta que se hizo al final de la tarde se convirtió en una pregunta muy sesuda”, nos contó el conferencista.

En nuestro país, un terrible accidente de tránsito, no tan grato para la evocación, pero si para contribuir a la explicación del tema de marras, nos da más luces sobre el papel del reportero de calle y sus preguntas en el terreno de los hechos.

Hace algunos años, una pareja de esposos, acompañados de sus dos menores hijas, viajaba por la Panamericana Sur en una camioneta Station Wagon, cuando fue impactada por un pesado vehículo causando la muerte inmediata del esposo y lesiones graves en la mujer y en sus hijas.

De inmediato, varias unidades de bomberos y cuerpos de salvamento llegaron al lugar y procedieron a rescatar de entre los fierros retorcidos a las víctimas. El trabajo fue arduo. Los bomberos trasladaron a las niñas a un centro de salud y la Policía esperaba la llegada del fiscal de turno para el levantamiento del cadáver.

En ese momento, la joven esposa, recién rescatada y conmocionada por la tragedia, fue abordada por una joven reportera, quien, micrófono en mano, disparó a quemarropa: ¿Señora usted ha sufrido graves heridas, le duele mucho? Ante tamaña pregunta, la respuesta e indignación de los críticos no se hubiera hecho esperar y sin duda dirían: Claro pues, es que acaso esta señorita no se da cuenta de las lesiones sufridas por esta mujer. Pero mejor, lea usted la respuesta registrada ese día: “Señorita, el dolor físico en este momento es imperceptible para mí… más me duele la pérdida irreparable de mi querido esposo y el grave estado en el que se encuentran mis hijas”, sentenció la mujer. Estimado lector, ¿Dónde está entonces la pregunta tonta?

Podría concluir este texto diciendo que el periodista, al realizar su labor informativa, no goza de patente de Corso ni es una personificación del agente James Bond, con licencia para “matar”. El periodista es un profesional con vocación de servicio social por lo cual sus actos deben ser realizados con máximo rigor y responsabilidad, su preparación debe ser constante y consciente para acercarse siempre a la verdad y que en este difícil tránsito en busca de ella, sólo existen preguntas tontas cuando no hay información novedosa o interesante en las respuestas.

(*) Docente universitario

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