Ciudad Juárez, México, vivió una inquietante alerta por radiación en 1984
La explosión del reactor de Chernóbil (26 de abril de 1986), fue una advertencia para el resto del mundo, que la energía nuclear no era un juego, y el más mínimo descuido podría ser catastrófico.
Sin embargo, este trágico incidente que cobró cientos de vidas, no es el único acontecimiento nuclear que ha visto el mundo. México, dos años antes, también tuvo su propio desastre nuclear, y está considerado como el desastre nuclear más grande de América.
¿Qué sucedió?
La mañana del 16 de enero de 1984, las alarmas de un centro de investigación nuclear en EE.UU. se dispararon sin aviso o explicación. En ese momento, un camión de carga avanzaba por la carretera cercana al Laboratorio Nacional de Los Álamos, donde se fabricó la primera bomba atómica, con una carga que, sin el conocimiento del conductor, presentaba un alto índice de radiación.
Al escuchar las alarmas, los expertos comenzaron a pensar que tal vez algo estaba fallando en el laboratorio, pero, al investigar más a fondo, notaron que el pico de radiación no se había producido en el interior, sino en la calle que se encontraba justo afuera, y fue un video de una de las cámaras de seguridad la que apuntó a los expertos en dirección al camión de aceros, conducido por un hombre que parecía perdido.
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Los investigadores rastrearon sus orígenes a Ciudad Juárez, descubriendo el que en ese momento no sabían que ya era el incidente nuclear más grande de América. 72 horas después de realizar su descubrimiento, la Comisión Nuclear de Estados Unidos contactó a la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS), para indicarle que México estaba siendo irradiado por el isotopo Cobalto-60.
La principal sospechosa del incidente fue la compañía Aceros de Chihuahua SA de C.V. y, al visitar la zona, los investigadores encontraron rastros de Cobalto-60, pero no entendían cómo fue que el acero se contaminó.
Al investigar, encontraron que el acero de las varillas provenía de un depósito de chatarra en Ciudad Juárez, que presentaba índices de radiación todavía más importantes. El personal de El Yonke Fénix tuvo que ser evacuado, pero el lugar tampoco era el origen del problema y Aceros de Chihuahua no fue la única empresa en comprar su acero.
Poco a poco, los investigadores comenzaron a recorrer la ciudad en busca de la fuente de la radiación, lo que la noche del 26 de enero los llevó a una camioneta Datsun que presentaba uno de los picos más altos de contaminación por Cobalto-60.
Al entrevistar al conductor de la camioneta, Vicente Sotelo, los investigadores fueron guiados al Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez que, extrañamente, no presentaba picos de radiación por ningún lado. Confundidos, los expertos decidieron llegar al fondo del asunto y descubrieron que una compañía llamada Picker les había vendido una unidad de teleterapia en 1977 (6 años antes del incidente), que iba a ser utilizada para tratar a pacientes con cáncer debido a que podía emitir radiación para tratar de reducir tumores.
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El aparato funcionaba a base de Cobalto-60. Por ese detalle, la unidad debía ser operada solo por expertos, pero el hospital no contaba con ninguno, así que el aparato fue olvidado en una bodega.
6 años después, Vicente Sotelo recibió la tarea de desmantelar el aparato y deshacerse de él, lo que, accidentalmente, dañó el cilindro que contenía el Cobalto-60, que terminó de romperse cuando las piezas fueron manipuladas en el Yonke. Y esas piezas terminaron llegando a distintas compañías de acero.
«La verdad es que nunca nos avisaron que esa máquina tenía contaminación. Había muchas cosas arrumbadas: aparatos de ventilación, catres y todo eso y, la verdad, ni un solo letrero con una calavera o algo así», dijo Sotelo Alardín al semanario Proceso en 1984.
Con eso identificado, comenzó la desinfección del Yonke y el resto de los lugares que presentaron radiación, pero las cosas no terminaron ahí, el acero contaminado ya se había distribuido en distintas ciudades y se estimaba que al menos unas 6,600 toneladas de varilla y 3,000 bases para mesa ya estaban circulando.
Los materiales contaminados fueron ubicados en 17 estados del país y 814 construcciones tuvieron que ser demolidas al presentar algún grado de radiación. El material ya no era peligroso, pero las reglas determinaban que el 90% del material debía ser asegurado y desechado.
Consecuencias
La investigación también determinó que 4,000 personas fueron expuestas a la radiación y al menos 5 personas recibieron una dosis alta que afectó las glándulas tiroides y los huesos de manos y pies, y acortó su expectativa de vida considerablemente.
«El efecto de esas dosis puede llevar a daños del material genético hereditario al menos a dos generaciones, causar esterilidad y falta de espermatozoides en la persona expuesta que puede recobrarse pasados al menos cinco años», añade el doctor Epifanio Cruz de la UNAM.
Ni Vicente, ni los trabajadores del Yonke reportaron haber sufrido algún problema relacionado con la radiación, pero uno de los empleados que ayudó a transportar el material acabó con una cicatriz por una quemadura por radiación.
En cuanto a los efectos a largo plazo, los expertos dicen que no se realizó un seguimiento sanitario para determinarlas y no hay forma de saber si las personas expuestas presentaron más enfermedades con el paso de los años.
Los restos contaminados finalmente fueron enterrados en un lugar llamado La Pedrera, en el sur de Ciudad Juárez.