Dimensiones de la empatía (Opinión)

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Por el Dr. Alberto Medina (*)

Quizá el término sea muy conocido por todos ustedes, no sé si practicado, respondiendo al contexto y la interpretación que se tenga del concepto. Lo cierto es que cada vez más escuchamos esta palabra, sea en las relaciones interpersonales, amicales, laborales, familiares, de trabajo en equipo, deportivas, etc. Pero, ¿sabemos realmente lo que significa la empatía?, ¿qué dirección toma?, ¿cuál es su finalidad?; permítanme darles una dimensión de su implicancia en la vida diaria de las personas.

En primer lugar, ¿Qué es la empatía? ¿Será un pensamiento, una sensación, emoción, sentimiento?, ¿Es algo con que se nace?, ¿se cultiva, se aprende? La clásica idea o concepto, radica en esencia, como la “capacidad que tenga determinada persona, para ponerse en el lugar de otra”. Nótese, se habla de CAPACIDAD. Otros conceptos hablan de habilidad para ponerse en ese lugar.

En la práctica existen dos tipos de empatía: la cognitiva o racional, y la emocional. Para ponernos en el lugar de la otra persona, se tiene que pasar, del nivel racional, al nivel emocional. Desde esta descripción, podríamos hablar de capacidad, ya que seré capaz de pensar cómo tú piensas, de sentir lo que tú sientes. Sin embargo, la empatía, desde mi particular punto de vista, tendría un tercer nivel: la participación o la acción en sí misma.

Me explico con una situación: una persona va por la calle y está cargando algún paquete o bolsos que le generen un esfuerzo de cuidado. De pronto, alguien que la ve, se percata que esta persona se puede caer ante un obstáculo que no vio; que se rompió el empaquetado y se caerán las cosas que lleva dentro, etc. Entonces pensará: “Se va caer…uyyy…se romperán sus cosas”, “Sentirá ansiedad y temor por lo que pueda pasar, le “dolerá” si algo le pasa”. Es más, en ambos casos tendrá la capacidad de pensar y sentir el suceso por venir, para luego lamentarlo. Y así, podríamos poner muchos ejemplos de capacidades para ponernos en el lugar de la otra persona, de toda edad y procedencia cultural.

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La idea de la empatía, como habilidad, es más cercana a su finalidad social. La de intervenir, accionar, participar, pero todo ello, de forma oportuna, no antes ni después. En el ejemplo anterior, si la persona que ha observado la situación de peligro de la otra, fuera a su alcance y prevenga una situación a lamentar, se cumpliría la propuesta hecha (3er nivel), ya que, oportunamente, esa acción evitó algún daño o malestar mayor. Por tanto, la empatía será una HABILIDAD, que no todos podrán desarrollarla.

Por ello, sostengo, que la empatía es una habilidad social que no es fácil de cultivarla, de ponerla en práctica de forma integral, más aún, en un medio social como el nuestro, donde están primando intereses personales y egocéntricos, donde, por el discurso de “llenar los oídos”, nos quedamos atrapados en la empatía racional (¡¡Juntos podemos!! ¡¡No más violencia!!). O con un poco de esfuerzo, acceder a la empatía emocional (realizar campañas de sensibilización de los más pobres, de los desplazados o víctimas de desastres naturales, donaciones, etc.), pero que, como repercusión valorativa, de desprendimiento y consciencia social, no hemos avanzado mucho.

Si esta habilidad la lleváramos al sistema familiar, la comunicación mejoraría ostensiblemente. No habría tantos enconos o resentimientos entre las parejas, los padres con hijos y/o entre hermanos. Los juicios por interdicción, herencias o las sucesiones intestadas, carecerían de protagonismo, siendo la sensatez, la asertividad y el altruismo como aliados de la empatía.

Igualmente, si fuera el sistema laboral en que nos encontremos, no habría competencias desleales, ejercicio del poder del uno sobre el otro, alianzas de grupos contra otros, búsqueda de protagonismo ‘yoista’, etc. De ahí, también en la necesidad que el currículo escolar tenga a bien considerar esta habilidad social, como una imperiosa forma de cultivarla, de hacerla pedagógica, desde sus bases, empezando con los propios docentes.

Finalmente, si quieres ser empático de verdad, piensa, siente y decide cómo actuarás en el mismo momento, ya que esta habilidad social te llevará directo y sin escala, a que las demás personas se contagien, aprendan y crean en la valoración de la comprensión por los demás y al crecimiento de su propia autoestima. Hasta la próxima.

(*) Dr. Alberto Medina. Psicólogo, Psicoterapeuta. Celular: 993947749

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