Por el Dr. Alberto Medina (*)
Mucho se escucha decir, hoy en día, cómo nuestros hijos vienen asumiendo los trabajos, tareas del colegio, ya que los universitarios también lo viven, pero con sus propias particularidades. Nuestra atención en el presente artículo es saber si los alumnos del colegio vienen estableciendo este desafío, y cumplir este requisito, de entregar trabajos, como evidencia de su aprendizaje y madurez escolar.
Sabemos por muchos años que la tradición escolar es realizar tareas, luego de las clases, en casa u otro lugar en que el alumno esté. Antes eran las asignaciones típicas, donde un solo libro de consulta, por lo general, absolvía las interrogantes en casi todas las materias. No había Internet ni la tecnología que hoy facilita el cumplimiento de la tarea, más no sabemos, si el objetivo de aprender y generar consciencia de ello, en verdad se logra.
No es sólo la pandemia la que ha puesto en evidencia un nivel de confrontación individual y de serio compromiso, de lo que resulta estar en el colegio o saber que pertenezco a un determinado grado escolar. Desde hace algún tiempo esta confrontación ya venía pidiendo un espacio en la mente y corazón de los alumnos, siempre pasando por el gran filtro que somos los padres, para darle una mejor interpretación, de lo que hoy, al parecer, no queda claro el significado y trascendencia de la palabra ESFUERZO.
Sí, hoy el esfuerzo tiene otras acepciones, que vienen recortadas por los propios adultos en darle una sobrevaloración a pequeños logros, que serían parte de lo natural, por parte de ellos. Lo complicado en la reflexión del esfuerzo, es que se pretenda “pagar”, “retribuir”, gratificar”, “compensar”, “premiar”, en lo mínimo, cuando no se culmina la cadena del esfuerzo; es decir, de dónde empieza y dónde termina.
Saber que el primer eslabón del esfuerzo, es el INTERÉS; o sea,a nuestros hijos les debe interesar pertenecer a un grupo de pares, donde brindarán enseñanzas y experiencias que pondrán de manifiesto sus habilidades. El segundo eslabón sería, LA VOLUNTAD. Sí, esta fuerza que se va cultivando, incluso desde los aspectos frustrantes en que un niño de inicial debe romper esa dependencia parental, progresiva, de no tener a uno de sus padres cerca, hasta niveles en que aparece el auténtico compromiso y que los lleva al cumplimiento de sus metas. El tercer eslabón sería el SACRIFICIO, es decir,nuestros hijos debencultivar, en su razonamiento, que algo van a “perder”, pero que también, en el tiempo, algo van a “ganar”; la diferencia estriba en que esa ganancia involucra más a emociones positivas, que negativas.
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Por ello, sabotear, nosotros los padres, cualquier eslabón del esfuerzo, es sabotear la propia consciencia que nuestros hijos deben descubrir por sí mismos, para que la solidaridad, como valor y emoción social, en verdad cale e incorpore en los estándares del desarrollo moral que tenemos que afianzar como familia y sociedad. De ahí, en que esta pandemia nos ponga “contra la pared” a los padres y a los propios hijos, en el cumplimiento de las tareas o trabajos, no es más que una experiencia atípica, en todo el mundo (y que pasará), de cómo ellos se deben adaptar a las exigencias evaluativas y de competencia.
Evidentemente no estamos de acuerdo en la saturación de temas que obliguen a ellos a estresarse y/o enfermarse, y hacer del cumplimiento, sólo eso, cumplir, pero no aprender y tomar consciencia de lo que vivo. Por eso muchas veces escuchamos a los alumnos e hijos decir que prefieren ir al colegio, antes de estar virtualmente, todo el tiempo, “conectados”, sin la necesaria socialización y determinante condición de vivir las experiencias interpersonales.
La sugerencia es ver en qué consiste nuestro acompañamiento como padres hacia ellos, de sus trabajos y cumplimiento de sus deberes, y que este acompañamiento se dé en dos circunstancias básicas: ESCUCHARNOS Y MOTIVARNOS. Una escucha que invite a generar más confianza, incluso para hablar de sus cosas que, quizá, para nosotros no tenga mucho sentido. Motivarnos mutuamente, ya que la motivación de ellos dependerá de cómo también nosotros nos auto motivamos, pero también reflejarles o expresarles lo mucho que ellos, con su sola presencia, nos motivan en seguir adelante.
Finalmente, que este eslabón, trascienda e irradie, como modelo a otras personas, el valor del esfuerzo, para que comprendan que la felicidad no es una casualidad, sino una decisión que, desde temprana edad, deberán entrenarla. Hasta la próxima.
(*) Dr. Alberto Medina. Psicólogo, Psicoterapeuta.
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