-Benditos los libros y quienes fomentan la lectura-
Su proyecto ‘La carreta cultural’, ha recorrido las ferias del libro de Buenos Aires, Caracas, Guadalajara, Panamá y Madrid.
«No es una cosa exclusiva para las élites»: El colombiano que cambió una carreta de agua para vender por ‘otra’ llena de libros
El promotor de la lectura colombiano Martín Murillo, creador del proyecto ‘La carreta cultural’. Como si fuera una historia sacada de las páginas que día a día narra para quienes lo quieran escuchar, el colombiano Martín Roberto Murillo cambió la carreta donde vendía agua, refrescos y cervezas por las calles del centro histórico de Cartagena por una llena de libros.
Del otro lado de la línea telefónica, en una conversación con RT, comienza a hablar de ‘Mendel, el de los libros’, del escritor austriaco Stefan Zweig. Mientras cuenta cómo se desarrolla el relato, sus palabras dibujan los personajes y sus acciones de una manera tan atrayente que de inmediato surge la curiosidad por conocer más.
«En un libro tienes que buscar la ventanita, el hilo, ese párrafo que te puede contar algo», dice Murillo, quien el 23 de mayo de 2007 dio el paso definitivo para dejar de ser vendedor de bebidas y empezar a promover la lectura a través de su proyecto ‘La carreta literaria’, para «ser un hombre más útil a la sociedad».
‘El viejo y el mar’
Cuando habla de sí, se compara con Santiago, el pescador protagonista de ‘El viejo y el mar’, su libro preferido, escrito por Ernest Hemingway.
«Santiago es un hombre que me identifica: pobre, que parece sin aspiraciones, pero que pesca, que lucha con la adversidad y que tiene los ojos invictos. En la primera página te dice todo: ‘La vela estaba remendada con sacos de harina y, arrollada, parecía una bandera en permanente derrota'».
Martín nació hace 52 años en el barrio César Conto de la ciudad de Quibdó, en el Chocó, uno de los departamentos colombianos que acumula más récords negativos: pobreza monetaria, victimización en el conflicto armado de ese país y recepción de desplazados que huyen de la violencia en sus territorios.
Este colombiano, que estudió hasta 5° grado de educación primaria, recuerda leer desde pequeño, pero «no con ese fervor» actual. De joven, cuando vendía bebidas, se informaba sobre temas deportivos y soñaba con ser analista de la NBA. Sin embargo, en 2003, conoció a alguien que lo ayudaría a que su vida tomara otra dirección.
Por una botella de agua
Martín era reconocido en las calles de Cartagena, uno de los principales destinos turísticos de Colombia donde paralelamente hay un importante índice de pobreza y desigualdad, como el vendedor ambulante que siempre estaba leyendo.
A su carreta se había acercado Jaime Abello, director de la Fundación Gabo, que en ese entonces se llamaba Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), a quien conoció a finales de 2002 al venderle una botella de agua.
En mayo de 2003, tras idas y venidas de Abello, se reencontró con él y tuvieron una reunión en la antigua FNPI, que sería definitiva para darle un vuelco a su vida. «A partir de ahí quedé prendido de que había que leer. Era vendedor ambulante y todas mis ganancias las utilizaba en comprar libros».
Así, hace 17 años comenzó a trabajar con la fundación, donde conoció a «los mejores maestros del periodismo en español y portugués» y fue invitado a los talleres que reunían a reconocidos periodistas, como Carlos Monsiváis y Alma Guillermoprieto (México), Miguel Ángel Bastenier (España) y Jon Lee Anderson (EE.UU.), entre otros.
El camino hacia la carreta
Vivió 12 años y medio en un hotel de la calle La Media Luna, «que era un lugar con cierto peligro, de prostitución, de drogadicción. Era una calle oscura». «Sabían que era una persona trabajadora. Me había ganado el espacio en la ciudad», afirma.
En 2007, asistió al Congreso de la Lengua Española donde se homenajeó al nobel colombiano Gabriel García Márquez por el 40 aniversario de su obra más conocida, ‘Cien años de Soledad’. A partir de esta actividad, se dio cuenta que quería cambiar de vida y ahí surgió una propuesta que lo acercó definitivamente a la promoción de la lectura.
Martín le planteó su proyecto de usar una carreta llena de libros para llegar con ella a plazas y centros educativos al empresario Raimundo Angulo, presidente del Concurso Nacional de Belleza. Él se interesó y lo apoyó.
Se decidió por continuar usando una carreta porque «es el medio de transporte más antiguo que tiene la humanidad, que ha servido no solo para transportar cosas».
Al preguntarle cómo hacer para sostener un programa sin fines de lucro, explica que trató de imitar a la Fórmula 1. «Tengo una serie de patrocinadores, de marcas en la carreta, y eso me permite desarrollar mi proyecto».
Reinvención en tiempos de pandemia
Originalmente, la carreta literaria iba de lunes a viernes a las instituciones educativas y los fines de semanas Martín la llevaba a distintos municipios del departamento de Bolívar, que dice conocer mejor que un político. Sin embargo, la crisis por el coronavirus y la cuarentena hicieron que se replanteara su forma de promover la lectura en estos meses donde la máxima es no salir de casa.
«Antes de la pandemia íbamos a los Centros de Desarrollo Infantil (CDI), a las escuelas básicas primarias, secundarias, a las universidades a hacer talleres de promoción de lectura por placer»
Si bien la dinámica ahora es diferente, no ha parado ni un día. «Me toca grabar por WhatsApp cuentos para mandárselos a las profesoras para que ellas les reenvíen a los niños los audios».
El libro es un amigo que no te va a fallar. No hay libros malos, hay lectores apáticos.
Además, en su canal de YouTube, ‘La carreta literaria’ tiene más de cien videos grabados en estos últimos meses con relatos infantiles y comentarios de obras de escritores mundiales.
«Todos los días tengo trabajo. Esto vino para quedarse. No puedo ponerme a pensar, a mis 52 años, que hay que esperar. Tengo unos patrocinadores y también tengo que entretenerme con lo que me gusta, si tengo unas redes sociales, la página y el canal de Youtube, tengo que aprovechar esas herramientas», afirma.
Un juglar de libros
Martín se define como un juglar que lleva lectura y que narra por los distintos pueblos caribeños de Bolívar, tal como en otros tiempos lo hicieron los maestros creadores del vallenato en esas tierras.
Cuando habla de su labor, dice que no es un crítico literario, «es promotor del acto de leer: poesía, narrativa, cuento, crónica e incluso libros de superación personal. El libro es un amigo que no te va a fallar. No hay libros malos, hay lectores apáticos».
Este colombiano, que ha llevado su carreta a las ferias del libro de Buenos Aires, Caracas, Guadalajara, Panamá y Madrid, es enfático al hablar sobre el placer de la lectura, aún en tiempos difíciles. «En esta pandemia me he leído no menos de quince libros y son poquitos».
¿Qué es un promotor cultural?
Al preguntarle sobre las formas de espantar a alguien, afirma que, si de entrada se recomienda un texto voluminoso, es posible que esto ocurra.
«Promocionar la lectura para nuevos lectores es como las medicinas. Cuando vas al médico, no te dice: ‘mañana te tomas el frasco entero’, no, ‘tómese dos hoy, dos mañana’. Así lees tres paginitas, de pronto te enganchas, lees cuatro, y así vas poco a poco».
«Cada día consolido más mi proyecto, y puedo recomendar libros, no para tirármelas de que soy un intelectual y que soy el que más conozco, sino que todos los días se aprende, el libro no es una cosa exclusiva para ciertas élites».
Aunque Martín es quien empuja en su carreta unos doscientos volúmenes entre literatura infantil, juvenil, diccionarios, crónicas, novelas, poesía y una colección de cuentos escrita por estudiantes, otros escritores mundialmente reconocidos como Mario Vargas Llosa y Salman Rushdie le han pedido llevarla cuando lo han conocido.
(Nathali Gómez)
RT