En Otro Lenguaje
Por: Jaime Asián
La casa de Sarratea guarda importancia, en primer lugar, porque en sus recovecos esconde las manías del famélico candidato Pedro Castillo que, finalmente, ya como presidente de la República, lo empujaron a la cárcel, con fallido golpe de Estado incluido. Su patrocinador, el dueño del predio, Alejandro Sánchez Sánchez, capturado en Estados Unidos, pagará caro haber alojado a los tentáculos de la “Chota Nostra” y ser parte, además, del llamado “Gabinete en la Sombra”.
Y, en segundo término, el ya famoso búnker de Breña quedará para la posteridad como la locación que nos permitió ver al profesor cajamarquino, en la penumbra de la noche, esconderse en un delator gorro pirañezco y entrar -a paso ligero y la cabeza agachada- a reuniones ilícitas, fuera de Palacio de Gobierno, con las Karelim, los Fray, los “Niños” y personajes de distinto pelaje corrupto, algunos de los cuales siguen escondidos. Un verdadero ampay de Cuarto Poder.
Entonces nos enteramos, también, luego de este capítulo, que el sombrero blanco de ala ancha solo era un antojadizo adminículo descartable y parte de un disfraz electoral lejano de cualquier simbolismo de inclusión social. “Tengo que sacarme de noche el sombrero pues, ¿cómo voy a dormir?”, alegó en ese momento Castillo Terrones, tratando de disimular la gravedad de tener una casa de citas alterna a la sede del Ejecutivo, puesta a su disposición por el apresado Alejandro Sánchez.
Y cuidado que este sujeto, el propietario de la casa del jirón Sarratea, estuvo burlándose de la justicia peruana desde hace casi once meses (tenía una orden vigente de 30 meses de prisión preventiva) y si ahora está detenido es porque trataba de ingresar de ilegal a EE.UU. y una patrulla fronteriza le echó lazo. De lo contrario, desde la clandestinidad, seguiría perorando que todo lo que se dice del “prosor” es moco de pavo.
“Pagará caro haber alojado a los tentáculos de la “Chota Nostra” y ser parte, además, del llamado “Gabinete en la Sombra”.
