Vivir para morir con Vallejo

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Joaquín Sabina, como lo muestra en sus historias y contenidos en sus redes sociales, siempre aparece en los aviones, rumbo a sus conciertos, con un libro en la mano. Y es que el intérprete de “Y sin embargo te quiero” y “Contigo”, entre otros temas que calan hasta los huesos, lee incluso cuando duerme y eso le permite tener rollo para hilvanar historias que luego convierte en canciones insuperables.

¿Y saben cuál es el poeta preferido del trovador español, que con sus confecciones literarias lo sigue ayudando en el arte de crear mundos sazonados por versos con gorgoreos y humo de tabaco? Sí, César Vallejo, nuestro vate universal, por encima del chileno Pablo Neruda, por ejemplo. Es más, Sabina sentenció que todos los poemas del hijo ilustre de Santiago de Chuco se los sabe “enteritos de memoria”.

Seguramente muchos de ustedes leyeron a Juan Ochoa López, un periodista de pluma exquisita que lamentablemente falleció en las garras de la Covid-19. Juan declamaba la obra de Vallejo como pocos y tenía encandilados a los chilenos, sobre todo con su versión de “Los heraldos negros”. Un día hizo una presentación en un local del centro de Lima y arrancó alegando qué cómo Vallejo podría estar en un billete de diez mil intis, que para la fecha no alcanza ni para un pan. O sea, casi un “atrocísimo microbio”.

Queríamos comentar estas parcelas de situaciones para expresar nuestro contento porque la FIL Lima 2023 rendirá homenaje este año precisamente al autor de “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo…”. Es bueno que los lectores respiren la literatura de Vallejo, más allá de que la oferta de libros sea rica y diversa.

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