¿Te imaginas quedar aislado del mundo, sin celular, con electricidad limitada y otras condiciones de una misión en el espacio? Escuchar el goteo del agua era el único sonido que acompañó al estudiante de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), Rivaldo Durán Aquino, durante dos semanas y que hizo que extrañara el ruido de los buses y autos que pasan por su casa en la Av. Grau, en Lima, luego de concluir exitosamente una misión científica de investigación en la estación análoga de Astroland Interplanetary Agency, un simulador subterráneo que cuenta con condiciones extremas similares a las de Marte.
Vivir (y sobrevivir) el aislamiento y las condiciones ambientales extremas como las que tiene Marte desde la Tierra era el objetivo principal del estudiante sanmarquino Rivaldo Durán Aquino, quien fue seleccionado el año pasado por la Fundación Acercándote al Universo (FAU) para integrar una misión latinoamericana privada en las instalaciones de Astroland.
Luego de una ardua preparación -tanto física como psicológica- que empezó en noviembre, el futuro ingeniero partió a fines de junio a España para refugiarse en Ares Station, una cueva de 1.2 kilómetros de largo y 50 metros de altura en Arredondo, Cantabria, junto con su equipo de misión, tres destacadas estudiantes de México y Chile.
Durán, como ingeniero de misión, tenía que mantener la estación en funcionamiento, además de trabajar en una investigación individual sobre mecánica de fluidos durante su estancia en la Ares Station, que cuenta con un centro de control en el exterior que simula la base de operaciones de una misión espacial. Desde allí se monitorean los signos vitales de los astronautas análogos, además de que se supervisa y colabora con los estudios científicos desarrollados en el simulador subterráneo.
«Desde el primer momento puedo decir que las expectativas fueron totalmente superadas por la complejidad que implicó la investigación y el compromiso que tuvo la agencia encargada. Pude analizar cada variable análoga Marte y (la estación Ares) nos permitía sentirnos en Marte y no es algo que solo se dan por palabras. Entramos y, desde el primer momento, se sintió realmente esa condición de estar fuera del planeta. Aparte de utilizar el traje, manejamos temas de cantidad de oxígeno, la limitada visión, el desplazamiento complicado, el limitado suministro de agua, el retraso de las comunicaciones, el aislamiento de cualquier tipo de medio de comunicación que no sea la la central de comunicaciones. Hubo momentos en que tanto física como psicológicamente se nos llevó al límite», confesó Rivaldo Durán Aquino en una entrevista a la Agencia Andina.
Como el único ingeniero encargado tuvo que realizar informes diarios de los sistemas que integran los laboratorios y cada área de la estación. Además, tuvo que trabajar en soluciones rápidas para resolver dificultades durante la misión. Teniendo en cuenta el suministro de agua limitado a menos de 4 litros diarios por persona, desarrolló un aplicativo que permitía contabilizar el recurso a través de registros de consumo. Al final de la misión, gracias a este software, se pudo gestionar adecuadamente el agua y hasta sobró.
Investigación científica en la estación análoga
La estación Ares (Ares Station) está equipada con laboratorios de investigación, ropa técnica para las diferentes misiones, laboratorio de cultivos hidropónicos, sistemas autónomos de producción de energía y agua, impresoras 3D, un robot explorador, medidores, sensores y otros dispositivos necesarios para el desarrollo de investigaciones científicas.
En este simulador se han realizado más de 15 misiones análogas a Marte, generando artículos científicos que han sido publicados en destacadas revistas de biología, química y hasta psicología.
En estas dos semanas de julio, Durán desarrolló una investigación orientada a la mecánica fluidos, mientras que sus colegas trabajaron temas sobre sus especialidades: medicina aeroespacial y astrobiología.
«Estudié la dinámica de fluidos computacionales (CFD) en un hábitat análogo, es decir, entender cómo se comporta el aire«, dijo sobre su investigación, que empezó desde antes de que llegara al simulador subterráneo. En las dos semanas pudo recopilar los datos necesarios para las simulaciones. Durante el proceso, sus colegas de misión también aportaron ideas para afinar el estudio. El intercambio de ideas también fue otra experiencia que destaca el joven ingeniero.
«Este tipo de investigaciones implican varias fases, que iniciaron a inicio del año. Me encargue de hacer las salidas extravehiculares, y realizar mediciones in situ: ir, calibrar, si es necesario; anotar y realizar consultas a los ingenieros especialistas y, estando dentro de la cueva, lo mismo: realizar mediciones, probar maneras para que sea más fácil validar mis datos porque la condición analizada no debe ser siempre sea la misma. Es por ello que era necesario variar las condiciones, como reducir o aumentar la temperatura. Me acuerdo que una vez llegamos a valores de humedad de 96% y la temperatura estaba muy baja. Con esto acumulé un buen bagaje de datos y tengo el diseño de estructura (de la estación), que es como cúpulas», sostuvo.
En los próximos dos meses espera concluir la validación de datos con el software de simulación. Después de ello, deberá redactar el artículo científico y postularlo a una conferencia internacional.
El mensaje de despedida
Durante su estancia, recordó algunos de los videos que vio sobre astronautas en la Estación Espacial Internacional, y quiso documentar su experiencia. La grabación en su quinto día de aislamiento fue recibida por el centro de control, y superando el retraso debido a las limitaciones del acceso a las telecomunicaciones, finalmente llegó a la oficina de prensa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
En el video, Rivaldo Durán muestra como es su comida, la misma que tienen los astronautas en misiones espaciales; además de que contó que superó pruebas psicológicas que también emplea la NASA, entre otras experiencias.
Pero este no fue el único mensaje que grabó. Antes de empezar la misión, también tuvo que dejar un mensaje de despedida ante cualquier situación de emergencia no prevista.
«Sabíamos que no iba a pasar nada, pero para la agencia era importante analizar la parte emocional… Pensar que ese video podía ser realmente mi video de despedida tocaba lo más profundo de mi ser, o sea, qué palabras decirle, cómo expresarte, a quién y, estando en esa situación, se me vino a la mente: Rayos, ¿por qué no dije tal cosa? Ahí viene la batalla la batalla mental», confesó.
El joven sanmarquino contó que hubo varias situaciones en las que su fuerza mental fue probada. En una de ellas, también tuvo que luchar contra sí mismo para mantener la calma. Esto fue lo que ocurrió:
«La segunda noche todos estábamos preparados para descansar pero se empezaron a escuchar sonidos, que podrían llamarse raros. Sabíamos que dentro de la cueva hay sensores de movimiento, hay cámaras y todo está monitorizado. Resultó raro escuchar unos sonidos que podían parecer de un animal, lo cual no es normal, porque es una cueva y el único animal que podría haber ahí es un animal salvaje. Decíamos: probablemente sea un murciélago, que nos avisaron que habitan en la zona. Pero no, los sonidos eran diferentes y ahí empezó a jugar la parte psicológica. A las 11 de la noche se cortaba todo tipo de comunicaciones, llegó la hora y se cortaron las luces. Seguíamos escuchando los ruidos. Por mi parte, yo manejé siempre la calma porque he crecido persiguiendo monos y todo», recordó Durán, quien nació en Huánuco.
Sin embargo, la preocupación se apoderó de algunas de sus compañeras. «Tuve que tomar la responsabilidad, que muchas veces me ha tocado con mis hermanas, que es tranquilizarlas, pero de todas formas ese tipo de cosas terminan contagiando y yo tenía que batallar ya conmigo mismo… Chicas, les decía, ustedes tranquilas. Estamos en el planeta Tierra, que no se les olvide. Imagínense que esto pasa en Marte, ¿cuál sería la reacción? Acá puede ser un oso, pero allá ¿qué sería?, ¿cómo reaccionarían? Pase lo que pase, la tranquilidad era la única opción. Al final, decidimos pasar esa noche todos en el mismo espacio para hacernos compañía», señaló. Al día siguiente, las evidencias de los dispositivos dentro y fuera de la cueva no mostraron señales de animales, por lo que el factor psicológico sigue en investigación. Pero esa fue apenas la segunda noche.
En otra ocasión, incluso la seguridad física se puso a prueba. Salir de exploración no era fácil. Debía pasar dos o tres horas y caminar en pendiente por kilómetros. El entrenamiento físico de preparación rindió resultados, pero ni eso fue suficiente.
Antes de la misión, el estudiante viajó a ceja de selva peruana y pasó días y noches en total aislamiento, bajo la lluvia y con pocos recursos. Logró superar esta prueba, pero esto no fue nada cuando se enfrentó a la ansiedad para velar por la seguridad de su tripulación.
En un día luego de una lluvia muy fuerte, Rivaldo fue el comandante de misión temporal debido a que dos de sus colegas, entre ellas, la comandante, se encontraba explorando los exteriores de la cueva. De un momento a otro se fue la energía eléctrica, además, el suministro y todas las previsiones ante este tipo de emergencia también fallaron.
«En la superficie si se va la luz puedo seguir viendo, al menos la Luna te alumbra, pero en una cueva, lo máximo que te puede alumbrar son los ojos de los murciélagos. Era oscuridad plena», relató.
«Sabíamos que era súper peligroso porque no es solo una cueva, tú subes altura, vas escalando y bajando, valiéndote de pequeñas linternas, cosa que también podía fallar, y que fallaron. Todo coincidió… Como comandante tuve que asumir la responsabilidad y seguimos el protocolo. Yo iba a salir sin haberlo planeado. Tuve que agarrar el traje, pasar el proceso de despresurización, fueron como dos minutos en la que sólo tenías que estar parado mientras no sabías qué estaba pasando afuera, no sabía cómo estaban, si estaban bien. Seguí el protocolo y fui a revisar los pasos que siguieron, por ejemplo, reiniciar las conexiones, pero no había respuesta», agregó.
Los siguientes minutos fueron una mezcla de sentimientos y hasta frustración. ¿Qué hacer? era la pregunta que no salía de su mente. «Es una cueva, cómo se comporta el sonido, dije, pues el sonido puede rebotar en este tipo de paredes. Entonces, si logro emitir un sonido bastante considerable, posiblemente me logren escuchar y, si me escuchan, me iban a responder», pensó en cuestión de segundos.
Silbar. Eso fue lo que hizo de inmediato. Lo más fuerte que pudo. Y hubo respuesta. Confirmando que estaban a salvo, siguieron el protocolo y esperaron. Fueron dos horas aproximadamente hasta que sus colegas de misión retornaron luego de algunas caídas, pero nada de consideración, felizmente.
Esta experiencia hizo que el equipo replanteara sus objetivos personales. «Todos los que estábamos allí queríamos ser astronautas. Yo salí súper motivado y si me pedían quedarme más tiempo, lo hacía. Siempre me han gustado los deportes de aventura extrema y ahora entiendo el porqué hay que ser selectivos en la parte física, académica y mental porque en esos momentos confluye todo», confirmó.
Este año continuará con sus cursos de ingeniería para concluir su carrera, prepararse para un posgrado en el extranjero y así acercarse a su sueño de ser un astronauta.