*EN OTRO LENGUAJE*
Jaime Asián Domínguez
Periodista
@jaimeasian
A propósito de la imponente investidura del septuagenario Carlos III y Camila Parker-Bowles, como monarcas del Reino Unido, resulta propicio preguntarse -y sin ánimo de ser aguafiestas-: En Perú, ¿cuándo diablos se les pondrá la ‘corona’ respectiva a los miles de ‘reyes’ que, a diario, sin tanta alharaca, ponen a andar al país con la fuerza del corazón y el sudor de su alma?
Los tenemos de toda laya y su ‘Palacio de Buckingham’ no es otra locación que los mercados, paraditas, ferias, conglomerados, como el emporio comercial Gamarra y las galerías de la avenida Grau, sus viviendas y la calle misma, donde muchas veces reciben soberanas palizas de las autoridades municipales.
La lista de exponentes de esta realeza made in Perú es interminable: «rey de las hueveras», del recordado Ricardo Heredia, “rey del cebiche de pota”, “rey de la papa con huevo”, “rey de la raspadilla”, “rey del chancho al palo”, “rey de las discotecas”, “rey de los jeans”, “reina de la chanfainita”, “reina del emoliente curativo”, “reina de las peluquerías”, “reina del pan con pejerrey”, “rey de las yuquitas”, “rey del queso”, “reina de los jugos”, por mencionar solo algunos. Una ‘monarquía’ full chamba.
Ellos, en su mayoría, cargan sobre sus cabezas pesadas coronas de espinas que devienen del desdén y la indiferencia con que los sucesivos gobiernos han maltratado a la masa productiva y a los tótems del emprendimiento. ¿Acaso la ropa importada de China y Bangladesh no se ha traído abajo miles de fábricas de los “Carlos” y “Camilas” sin corona de Gamarra?
Por lo demás, don Carlos III llega devaluado a esta asunción y, para empezar, muchos critican la cachetada a la pobreza que implicó montar tremenda ceremonia. John C. Maxwell, en sus 21 leyes irrefutables del liderazgo, habla de la Ley de la Influencia que, puesta sobre el escritorio, prácticamente desnuda al nuevo rey frente a la imagen de la fenecida Lady Di. Su esposo lo tenía todo: riqueza, privilegio, posición, y un título real. Sin embargo, no fue él, sino ella, la princesa Diana, quien se ganó al mundo entero… Lady Di si entendía la Ley de la Influencia.
De manera que, para reyes de raza, los nuestros.