Por Renato Medina
Lo que es el fútbol. Un año antes estabas jugando la segunda división, a fin del año siguiente eres campeón nacional y juegas la Copa Libertadores. Eso es el fútbol, es algo que quizá no muchos entienden, pero es lo que hacen lindo este deporte.
Alianza Lima se llevó el título nacional, contra todo pronóstico, con un plantel que fue preparado para la segunda. Con gente que amaba al club, con gente que quería demostrar su cariño al club de sus amores. Dejaron el alma en la cancha, ante uno que viene preparándose para ser campeón siempre. El club celeste con un técnico experimentado que sabe lo que es estar en estas instancias.
Cuando el conjunto blanquiazul fue favorecido por el TAS (de manera justa), ingresó al torneo en la fecha 3 del torneo y desde ese momento, no perdió de vista el objetivo que se tenía a fin de año, para justificar, de alguna manera, que el fallo del organismo internacional no era un regalo. Y el conjunto de La Victoria se encargó que dejar en claro eso.
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Los números avalan la campaña íntima. Es el equipo que menos goles ha recibido, el equipo que menos perdió, el que más ganó. Es decir, el título aliancista es, por donde se vea, justificado.
Con un Jefferson Farfán que volvió por la gloria, con un Hernán Barcos, al que muchos ya retiraban, el cuadro blanquiazul demostró que tienen una idea de juego que fue suficiente para frustrar los ideales de Roberto Mosquera.
Una final apenas con un gol de diferencia, lo que indica la paridad de las fuerzas, Alianza Lima superó con lo justo a Sporting Cristal y se coronó campeón nacional. El fútbol es simple, gana el que hace goles, y Alianza Lima lo hizo. No hay más que decir.