La obediencia de los hijos, ¿un presente o un vago recuerdo? (Opinión)

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Por el Dr. Alberto Medina (*)

¡¡Jorge, ve a comprar pan!!, Ay papá, mamá, estoy cansado, ¿por qué yo?, dile a Pedro, ¡¡ayer ya fui!! ¡¡Hijo por favor, recoge la mesa y lavas los servicios del desayuno; Nooo, más tarde, ¡¡tengo que estudiar!! Quizá estas expresiones nos sean conocidas, ya que en algún momento lo hemos hecho todos, pero que al final, lo teníamos que hacer; sea al primer, segundo o tercer llamado, incluso. El no hacerlo, nos hacía sentir mal o acatar algún castigo que se nos imponía.

Hoy, la obediencia, mencionada en la propia biblia, ha venido adquiriendo, progresivamente, la pérdida de su real sentido, la pérdida de ese engranaje que conduce a la madurez de una persona, y que se pueda ver, realmente, un panorama claro, desde esa inmadurez, protesta, rebeldía, frustración, hasta el entendimiento oportuno que al frente hay, y habrá siempre, alguien; sean los padres, normas, autoridades, que regularán de alguna manera, el comportamiento social y adaptativo de nuestros impulsos y necesidades; en otras palabras, un freno o filtro de cómo actuamos.

Esta obediencia en crisis, para muchos, palabras anticuadas, ya que consideran que la obediencia puede ser un indicador donde se recorta libertad a nuestros hijos, ya que deben tener oportunidad, y derecho, de manifestarse o no estar de acuerdo con las órdenes o pedidos que les hacen, y lo que es peor, no van a establecer confianza entre padres e hijos; obviamente, esto último, son palabras mayores para el sentido común y afectivo de los padres. Conclusión: Temor, hablar con rodeos, no ir directo a las cosas, permisividad, culpa, etc.

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Lo cierto es que el tiempo nos pone en situaciones muy difíciles para “adecuarnos” a estos cambios significativos, que repercuten, queramos o no, en las personas, familia e hijos. Por ello, sugiero acompañar a esta palabra (obediencia), una que llegará a crear una armonía en el mensaje que tenemos los padres con nuestros hijos. Esa palabra es Solidaridad.

Sí, el mensaje de solidaridad nos ayudará a que la obediencia se recupere, se reivindique, ya que si le decimos a nuestros hijos; “Por favor Julio, necesito que compres el pan, mientras voy haciendo esto, y juntos podemos avanzar, y culminar, para luego hacer otras cosas”. Ello pone como resultado, una acción donde se cumplen las dos cosas: solidaridad y obediencia. Por consiguiente, redundará en confianza. Tu experiencia y capacidad de dialogar, filtrará los límites que siempre existe en toda relación humana.

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Existió un filósofo, Epícteto, quién dijo: “No vivas según tus propias reglas, sino en armonía con la naturaleza”. Esta reflexión nos lleva a considerar a que todo lo que existe fuera de uno, debiera ser considerado y respetado. Llámese padres, hijos, mascotas, plantas, paisaje, tienda, parques, etc. Y que esta armonía responde a un desafío que las personas debemos tomar, así aparece la solidaridad, como entendimiento consciente, de la propia naturaleza que les pertenece, y que seremos capaces de interactuar en, y con ella.

Finalmente, no te pongas como ejemplo de obediencia de tu propia vida, de tu crianza. Ponte como ejemplo, en la necesidad de seguir creciendo y aceptando los cambios a los que deberás de evaluar y adaptarte, ya que, lo que has reflejado y logrado en tu vida, hablará por sí solo, que tan obediente fuiste. Propón ser más solidario de los fines y objetivos en lo que emprendan, en las circunstancias en que vivan; ahí, aflorará la obediencia como resultado de este engranaje que todos deseamos con los hijos; personas maduras y seguras de sí mismas. Hasta la próxima.

(*) Dr. Alberto Medina. Psicólogo, Psicoterapeuta. Celular: 993947749

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