Por Luis A. Pardo Altamirano
Muy conmovedor la despedida de Luis Suárez del Barcelona. Lo último que supimos de él fue un mensaje de aliento a los peruanos, en junio pasado, por el dolor que deja el Covid-19.
Lamentablemente, el destino del fútbol también contempla esas ingratitudes o situaciones donde las leyendas sufren con esas partidas mal establecidas, injustas. Y es que, en el negocio que hoy es el fútbol, causa tristeza el indebido trato al ser humano, pagándose mal lo que bien se hace.
Este muelón de buen corazón, uno de los mejores ‘nueves’ que ha tenido el Barza no es de hierro y llora, porque solo él sabe de su lealtad para ese club que le dio la oportunidad. De allí, a que llegue un técnico nuevo y se dé el gusto de comunicarle por celular que no va a contar más con él, es una total falta de respeto.
Y, fíjense en el vídeo que dura casi dos minutos treinta: nadie fue capaz de llevar un vaso con agua u ofrecerle un pañuelo, para demostrar un poco de empatía con un jugador como Suárez que lo dio todo en el Barcelona, nadie. Eso es lo que jode, se aprecia y comprueba.
Llore don Luis, nosotros si valoramos su hidalguía, su sensibilidad y lealtad. Su accionar ante la familia, sus hijos, el club, la afición y los amigos del alma que usted deja.
Por lo demás, a preparase todos que la redonda sigue girando, con todas esas revanchas que la vida y el fútbol otorgan.
