Tras recibir nuevas amenazas
Un centenar de medios publican una “carta abierta a los ciudadanos”, en la que defienden la libertad de expresión como tarea de todos, en pleno juicio por los atentados de enero de 2015
La libertad de expresión es un derecho de todos y corresponde a todos los ciudadanos defenderla ante las amenazas y ataques de aquellos que quieren acallar las voces de quienes opinan de manera diferente.
En pleno proceso en París por la manifestación más extrema de esa intolerancia, el mortífero atentado contra la publicación satírica Charlie Hebdo y contra un hipermercado judío en enero de 2015, y después de que la revista satírica haya denunciado nuevas amenazas islamistas, un centenar de medios franceses publica este miércoles una “carta abierta a nuestros conciudadanos” en la que piden solidaridad con la publicación y la “defensa conjunta de la libertad”.
“Hoy, en 2020, algunos de vosotros estáis amenazados de muerte en las redes sociales cuando exponéis opiniones singulares. Los medios están abiertamente señalados como objetivos por organizaciones terroristas internacionales. Los Estados ejercen presiones sobre periodistas franceses ‘culpables’ de haber publicado artículos críticos”, explican la tribuna titulada “Juntos, defendamos la libertad”.
“Recordemos, en solidaridad con Charlie Hebdo, que ha pagado su libertad con la sangre de sus colaboradores, que en Francia el delito de blasfemia no existe.
Algunos de nosotros son creyentes y pueden, naturalmente, sentirse conmocionados por la blasfemia. Sin embargo, se unen sin reservas a nuestra iniciativa. Porque al defender la libertad de blasfemia, no es la blasfemia lo que defendemos, sino la libertad”, agrega la tribuna, publicada en portada este miércoles en la última edición de Charlie Hebdo y en las páginas y webs de un centenar de medios de diversa orientación, desde los progresistas Le Monde o Libération a los más conservadores Le Figaro y Le Point o incluso el deportivo L’Équipe, así como diversas cadenas de televisión y radio, públicas y privadas.
La tribuna fue una idea del director de Charlie Hebdo, Laurent Sourisseau, conocido como Riss, a la que finalmente decidieron unirse alrededor de un centenar de medios franceses —no están todos— tras debatir “las amenazas que pesan sobre la libertad de expresión”, señala Le Monde.
Durante el juicio, los miembros de la revista satírica han lamentado la falta de apoyo tanto de algunos sectores políticos —»lo chocante es que una parte de la izquierda no solo no defendía a ‘Charlie Hebdo’, sino que encontraba una excusa política para este tipo de actuaciones», declaró Riss— como de la propia prensa francesa.
“¿Dónde están los soldados de la libertad?”, se preguntó ante los jueces Fabrice Nicolino, otro de los supervivientes del atentado. “Hay grandes espíritus defendiéndola en Bielorrusia, pero a los periodistas les importa un pito que un periódico viva en estado de sitio en París”.
En coincidencia con el inicio del proceso, el pasado 2 de septiembre, la revista satírica volvió a publicar las caricaturas de Mahoma que publicó inicialmente en 2006 —en solidaridad con el diario danés Jyllands-Posten, amenazado por ser el primero en llevar a imprenta los dibujos del profeta del islam— y que son el motivo alegado por los terroristas que perpetraron el atentado del 7 de enero de 2015 que costó la vida a ocho de los miembros y colaboradores de Charlie, entre ellos su director, Charb, además de otras cuatro personas.
Una vez más, la revista, cuyos miembros siguen con escolta, ha vuelto a recibir amenazas terroristas, especialmente de Al Qaeda, además de la condena de algunos países musulmanes.
Esta misma semana, la responsable de recursos humanos de la revista, Marika Bret, reveló que ha tenido que dejar su casa —»me dijeron que tenía diez minutos para preparar una bolsa y abandonar mi domicilio», contó— por nuevas amenazas.
Una muestra de “en qué ambiente de odio nos encontramos y cuáles son las consecuencias de ese ambiente”, advirtió. Días antes, cuando les tocó testificar, varios supervivientes de la revista, incluido Riss, explicaron las consecuencias que ha tenido en toda su vida y sus allegados el vivir bajo la amenaza constante de los yihadistas.
Por un lado, está el vivir bajo constante protección policial y con medidas de seguridad extraordinarias. Para entrar en la redacción, explicó Nicolino, “hay una primera puerta metálica, una primera esclusa; luego una segunda puerta metálica, luego un patio con un sistema de rayos X como en el aeropuerto, para vigilar que los paquetes no son una trampa. Luego hay una tercera puerta, otra esclusa, una cuarta puerta. Está lleno de policías armados hasta las orejas.
Luego hay un ascensor, una quinta puerta espesa que cuesta abrir, una sexta puerta parecida. Entramos en Charlie, pasamos delante de un agente de seguridad y, ahí, nos sentamos en una mesa y nos echamos a reír, porque Charlie es un periódico divertido”, ironizó.
Pero también están las secuelas personales, más allá de las lesiones que muchos de los periodistas arrastran hasta hoy. Riss, explicó, tenía previsto adoptar un bebé con su pareja. Hasta que “nos hicieron comprender, amablemente, que jamás confiarán un niño a personas bajo protección”.
Según han denunciado también los abogados de las víctimas del Hyper Cacher —algunas de las cuales testifican esta semana en el proceso— muchos de sus defendidos tampoco han sido capaces de retomar sus vidas e incluso han abandonado Francia, asustados por un antisemitismo que tampoco remite.
“Las amenazas se han agravado tras la nueva publicación de las caricaturas de Mahoma en ocasión del proceso por los atentados. Lo que se apodera de nosotros es un sentimiento no de miedo, sino de rebeldía, porque la multiplicación de las amenazas de muerte desde el momento en que manifestamos nuestra opinión son algo absolutamente intolerable”, escribe Riss en el editorial del nuevo número de Charlie Hebdo.
“La libertad siempre es fruto de una lucha, jamás un regalo que se nos hace. La ley que enmarca la libertad de expresión no debe ser percibida como un corsé sino, al contrario, como un aliado que nos permite una amplitud de opiniones demasiado a menudo ignorada por los ciudadanos (…) El tiempo de dudar debe desaparecer: pese a las penas, los sufrimientos y la violencia, es la libertad, una vez más, quien tendrá la última palabra”, sostiene.
(EL PAÍS)