Por: Luis Pardo Altamirano
En los primeros días de setiembre del año 2016, la corrupción incrustada en el municipio de Surquillo permitió que una propiedad en litigio fuera vendida y comprada por un comerciante del lugar. Apelé a los cotidianos y poderosos medios del sistema en que habitamos y ninguno tuvo en cuenta mi denuncia sobre esa violación al estado de derecho.
Sin embargo, cuando me dirigí a la organización Exitosa, allá en Chorrillos, me atendió de manera amplia y muy profesional el comunicador conductor Manuel Rosas, quien indignado también hizo suya mi delación en la plataforma radial y televisiva de dicho medio.
Al día siguiente, gracias también al colega Wilfredo Mattos Arroyo, logré destacar el suceso en las páginas del diario impreso La Karibeña. Estaba muy afectado perdiendo esa batalla ante la maldita corrupción que sigue vivita y coleando -lo estamos comprobando-, igual o más que la propia pandemia.
Por eso, hoy que ha fenecido don Higinio Capuñay -el propulsor de una de las mayores gestas en la historia periodística nacional- la vida me permite retribuirle, aunque sea en su última morada, con este mi sentir y humildes palabras de reconocimiento y agradecimiento. Porque sin él saberlo, mucho menos conocerme, al construir su emporio y reclutar profesionales de primer orden, trascendió su labor en bien de los sin voz y cámaras, como yo en su momento.
Soy consciente que su deceso hasta resulta polémico, pues mientras unos lo lloran, hay de aquellos que lo vituperan, desconociendo quizás que cuando partimos se subsanan los errores humanos, porque los odios y rencores anudan el alma y no dejan avanzar.
El suscrito proviene de un tradicional medio escrito como es el diario Expreso, donde aprendimos que cuando se puede ayudar hay que hacerlo sin que te lo pidan. Y en lo periodístico, si se obra bien se destaca, si lo hacen mal se censura. Es la esencia de nuestro ejercicio.
Digo esto, porque lo que vive el país demanda de un nuevo orden, donde el profesional se acompañe de valores, los mismos que identifican a ese gran grupo humano que en dicha empresa encontramos. Y ahora que ya no está el patriarca, sus nuevos conductores no deben perder lo aquilatado, el balance es muy favorable. Pues, que un empresario peruano viniendo de abajo haga temblar a los mal empoderados, dice mucho de esa raza norteña, los resultados lo evidencian.
Aquí recuerdo una vez más, el clásico film de Spielberg “Rescatando al soldado Ryan”, donde al final, moribundo el capitán Jhon H. Miller (interpretado magistralmente por Tom Hanks) se dirige al rescatado soldado James Ryan (Matt Damon) para decirle “Sea digno de esto Ryan, sea digno…”.
Seamos dignos los peruanos de su gran legado. Que las nuevas generaciones, los estudiantes de Ciencias de la Comunicación, sepan que hubo un gran compatriota quien, vendiendo gaseosas, con inteligencia, disciplina, humildad provinciana, perseverancia y amor por sus hijos logró establecer semejante empresa periodística de diversas plataformas. Una gran historia, muy singular en el periodismo mundial.
Descanse en paz don Higinio Capuñay.