Un regalo especial (VÍDEO)

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Por: Luis Pardo Altamirano

Un día después de conmemorarse el Día del Adulto Mayor, una dama amiga me hizo un precioso regalo, de esos que a mi me agradan, de esos intangibles que se llevan en el corazón, en el alma. Cualquiera no podría hacerlo, porque muy pocos conocen mi trayectoria y ella es de aquellas guerreras que también saben de cumbres borrascosas y gozos singulares compartidos.

Y es que, después de las aulas universitarias, vimos crecer a nuestros hijos con ese amor incondicional que todos los padres siempre debemos a nuestros amados descendientes. Pasado el tiempo, vamos a decir a mis cuarentitantos años, una noche en que desperté para ir al lavadero, me dirigía casi a oscuras y de pronto me percaté de algo y un poco asustado y sin hablar me dije: “Oye hue… estás arrastrando los pies”. Desde allí comencé a aceptar que quizás la vejez se asomaba.

Luego, cuando vino mi hermano del extranjero, entre tertulias me dijo: “Fui al médico y me manifestó que a partir de los 50 años cumplidos ya el motor hay que cuidar, porque uno nunca sabe, en cualquier momento San Pedro puede sumar”.

El tiempo pasó raudo, los chicos crecieron, volaron; y hoy que supero los sesenta, con la pandemia encima, enclaustrado, haciendo el recuento de lo vivido, con los contrastes, los absurdos e ilógicas de la vida; también hemos empezado a dejar en orden las cosas, sin mayores dramatismos.

Tranquilo, sereno, emotivo como siempre, apasionado en todo; degustando, brindando, atesorando y valorando. Porque, a veces, más que la vulnerabilidad del organismo es la fragilidad de la mente, la blandura del corazón la que se afecta cuando recordamos a los seres queridos que partieron, a esos viejitos que sufren por las calles, a esos mayores adultos como yo ahora … y aun cuando no soy abuelo, desde la Madre Patria llegó este flamenco bello con gran mensaje de vida. Gracias Dalila amiga.

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