Por el Dr. Alberto Medina
Cuando uno va caminando por la vida, ve en cada paso, cada accionar y cada decisión que se tome, cómo la persona asume su actitud frente a la adversidad, incluso el propio bienestar. Es decir, si estás en la línea del optimismo, de poder ver la esencia y el fin de las cosas, de saber que cada amanecer, es un regalo y desafío a la vez, de saber que un compromiso es palabra mayor, de saber también que aproximarse en esa simbiosis de la gratitud y el derecho, que juntos, nos predisponen a conductas que pueden trascender sobre nuestros entornos, principalmente el familiar, ya que ser agradecido de lo que somos y tenemos, en su justa medida, nos pone en mérito de saber qué es lo que nos toca o corresponde, he ahí el derecho.
Con esta “armadura”, la del optimismo, nos enfrentamos a un escenario durísimo de circunstancias y situaciones que han puesto al ser humano “contra la pared”. O sea, asumimos que mantener, proteger y demandar nuestros derechos, en distintos tonos, es ser mejores ciudadanos, obviando la condición de ser gratos. Es más, proyectamos en las demás personas (autoridades, comunidad, amistades, etc.), hechos que no están sucediendo, y que estarían bajo el MIEDO, de no intentar ser protagonistas de sí mismo. Es decir, ese miedo se transforma en pesimismo, ya que la pasividad o inercia, de poder indignarse, por ejemplo, forma parte de un mecanismo de defensa psicológico, de no aceptar las cosas, de no querer hacer, y lo que es peor, de no querer SER.
TAMBIÉN LEE: Ciencia y música se unen para combatir el estrés [VÍDEO]
Si venimos a este mundo, el sentido común de las personas, indicarían que venimos a ser felices, a obtener logros importantes, a ser reconocidos, de ahí, el placer que el optimismo nos otorga, ya que vemos el día soleado y no lluvioso, la del pesimismo, (en palabras de Elaine Fox). Por ello, la magia divina en que tenemos un cerebro prodigioso que, en términos de las neurociencias, nos indican que podemos reconfigurar las redes neuronales, pasando del pesimismo al optimismo. En buena cuenta, el ser humano necesita de ambas para buscar y valorar el contrapeso, ya que en ese mecanismo sabemos que ambos (miedo y placer), nos deben dar el sustento consciente de qué emoción guiará también tu decisión. En mi reflexión, son las experiencias vividas, para bien o mal, para muchos, llamadas frustraciones, de enorme importancia, que determinarán con qué aprendizaje te quedas.
TAMBIÉN LEE: ¿Dejas crecer a tus hijos? (OPINIÓN)
Muchas enfermedades de hoy, sean las depresiones y trastornos de ansiedad, son en gran parte obra del pesimismo, alimentada por algún entorno que no se atreve a dar pasos importantes, repercutiendo en sí mismo, habituándose a sufrir, y no aceptar que el dolor emocional es connatural a nuestra condición humana, y que prefieren sufrir, ya que resulta más “cómodo” ser apreciados como víctimas.
Finalmente, como ejemplo; si llegaras tarde a una cita con tu pareja, ésta se molestará o preocupará, dirá que eres irresponsable, de cómo te atreves a hacer esperar tanto. El asiento pesimista dirá que no respetaste el acuerdo, que no la quieres lo suficiente, que le puede pasar algo, estando tanto rato esperando (miedo de algo). El asiento optimista dirá ¡¡qué bueno llegaste!!, ¿Qué pasó, estás bien? Se prioriza la alegría de verte ya que te esforzaste en llegar, que el malestar, sarcasmo y la cólera de que llegaras tarde.
Por eso, evalúa y reflexiona, ¿en qué asiento te encuentras?
ALIENTO FAMILIAR EIRL
993947749-Av. Mariscal La Mar 1248- 3er piso- Miraflores