La ‘Nueva Normalidad’ y la despedida del ‘Pogo’ (VÍDEO)

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Javier Lishner

Leí una historia que decía que fue Sid Vicious el precursor del pogo. Cuentan que cuando aún no era integrante de los Sex Pistols fue a ver a la banda y, como aquella estaba tocando al mismo nivel del público, Vicious, al no poder ver al grupo, comenzó a saltar y a empujar a quienes estaban a su alrededor.

Esa es, al menos, una de las leyendas de los orígenes del pogo que se tiene registrada. Empero, esos incipientes saltos de mediados de los setenta tuvieron su etapa de maduración y, luego, llegaría a mucho más que empujones.

Vicious, finalmente, logró ocupar un puesto en Sex Pistols, y, como no era de sorprender por sus malos hábitos, moriría a los 21 años por lo mismo que mató a varios: la sobredosis. Después de tanto tiempo, hay gente que aún señala a Vicious como la razón de la definitiva separación de la banda punk, luego de su presentación en el Winterland de San Francisco el 14 de enero de 1978. Pero, claro, también hay otras versiones.

En 2001, cuando pude participar del OzzFest, esa tour rockera creada por la señora Osbourne para hacer dinero -y copiada del Lollapalooza de Perry Farrell-, sufrí accidentalmente mi desencanto directo con el pogo. Me encontraba caminando por el gramado cuando, repentinamente, la turba llegó hasta donde yo estaba. Había acudido al evento con un grupo de amigos del trabajo, de quienes me había separado temporalmente.

El reunido Black Sabbath aún no había comenzado su presentación, y tocaba un grupo de nombre Slipknot, de quienes había escuchado muy poco. Lo cierto es que mientras pensaba en ver por primera vez a uno de mis grupos favoritos de toda la vida, y con su formación original, me encontré en medio de la muchedumbre confusa y desordenada. En ese específico sector, donde zapatillas, zapatos y botas de distintas marcas y colores solo daban vueltas y vueltas, casi no había gramado.

Mientras andaba en los suelos, entre botas, zapatos y zapatillas, recordé que en mi vida había consumido de todo; pero nunca tierra. Aquella tarde, entre empujones y golpes, fui parte del caos. No obstante, fiel a mis dogmas, decidí, al igual que Adam Smith, dejar hacer, dejar pasar. Después de todo, fui yo quien se metió en su terreno. El rock and roll es y siempre será de los jóvenes, muy aparte de lo que, a estas alturas, puedan decir leyendas como Mick Jagger.

Alguna vez les preguntaron a los integrantes de Megadeth qué hubieran querido ser de no haber sido músicos. Shawn Drover, el baterista dijo que bioquímico; James LoMenzo, el responsable del bajo contestó que reportero gráfico; en su momento, Glen Drover, el guitarrista, dijo que le hubiera gustado ser cirujano. Y, cuando le tocó el turno a Dave Mustaine, el fundador de la banda, replicó: «Hubiera querido ser presidente de los Estados Unidos de América».

Y es que Mustaine, con su frágil apariencia, es muy político. Y muchas de las canciones de Megadeth, van por ese camino. No en vano le he escuchado decir más de una vez: «Somebody has to say something», como lo repitió la noche aquella ante miles de espectadores en el coliseo de Oakland.

Afortunadamente, esa vez, no hubo gramado ni tierra, y estuve ubicado en una muy segura butaca de ese recinto; un poco lejos como para no terminar en el suelo, aunque lo suficientemente cerca como para analizar los actos de esa muchedumbre rebelde y libre, pero violenta.

La segunda fila no fue una mala opción. Hoy, con la creación de nuevas formas para ver los shows en vivo, incluyendo el distanciamiento social; por ejemplo, considero que, luego de poco más de cuarenta años, el pogo ha llegado a su fin. Salvo mejor parecer.

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